San Juan de los Lagos, Jal., 5 de febrero de
2016.
A los sacerdotes, religiosos, religiosas,
seminaristas y fieles laicos de la
Diócesis de San Juan de los Lagos:
Hermanos: Paz y bien.
Al llegar la cuaresma del Año del Diálogo con el
Dios vivo y misericordioso, envío este mensaje a toda la familia diocesana. Es
un mensaje diocesano en sintonía con el Mensaje cuaresmal del Santo Padre
Francisco sobre las obras de misericordia proyectado a los puntos focales de
nuestra realidad, y desde la prospectiva de una renovación parroquial.
La Cuaresma se orienta al Misterio Pascual,
corazón del año litúrgico, y esta cuaresma está precisamente en el corazón del
Jubileo. Es decir, el tiempo fuerte del Jubileo se entrelaza con el tiempo
cuaresmal, para la conversión y el crecimiento espiritual de cada cristiano y
de toda la Iglesia.
Una espiritualidad de misericordia.
La Cruz de Cristo constituye la cumbre de la
revelación de la misericordia infinita del Padre. Jesús es el rostro de tal
misericordia y su costado se abre para que todos puedan sacar a manos llenas
del amor que perdona, regenera y redime. Por eso el Papa pide que “la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida
con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la
misericordia de Dios” (MV 17).
Teniendo fija la mirada en el Crucificado,
revivimos, en la liturgia y en la vida, todo lo que Él sufrió por amor nuestro
y que no ha dejado de estar presente en la historia. El cristiano que ha
experimentado la misericordia divina, aprende diariamente a inclinarse sobre
las heridas del pobre para hacerle sentir también a él que Dios es
misericordioso. De aquí la propuesta profética del jubileo y de la cuaresma
como tiempo para revisar el camino de la propia vida y escuchar en el grito del
pobre al mismo Cristo que toca a la puerta de nuestro corazón.
Las obras de misericordia son corporales y
espirituales, porque el hombre está formado de cuerpo y alma juntos. Con la Encarnación,
el cuerpo humano ha sido divinizado, y por eso la Iglesia lo ama y defiende
junto con el alma. Las obras de misericordia transmiten esta visión unitaria de
la persona, con indicaciones muy claras también para nuestra acción social y
eclesial.
Son una modalidad muy sencilla, concreta,
directa, viva, cotidiana, al alcance de todos, para vivir la misericordia del
Jubileo. Describen lo que cada día podemos en concreto hacer como cristianos. Y
en este Jubileo, nos dan además la oportunidad de beneficiarnos del don de la
Indulgencia plenaria.
En este mensaje diocesano quiero ofrecer algunas
indicaciones sobre las posibilidades que ofrece nuestro proceso diocesano de
pastoral, con el fin de intensificar nuestra espiritualidad pastoral
practicando la misericordia en el ámbito individual, social y eclesial.
Poner especial empeño en la Campaña de la Caridad, yendo más allá de las alcancías y colecta,
valorizando la comunión de bienes y la solidaridad cristiana con los más
necesitados.
Que el ayuno del miércoles de ceniza y del viernes
santo, la abstinencia de los viernes, y los propósitos de cuaresma
consistentes en alguna mortificación, no se desliguen de la caridad: que
depositemos en la alcancía lo que nos ahorramos al no comprar o consumir
determinado alimento, evento u objeto.
El miércoles de ceniza, 10 de febrero, es como la
Puerta de ingreso en este tiempo fuerte de misericordia. Para gran parte de
nuestro pueblo, el recibir la ceniza y besar el Cristo el viernes santo es lo
único que realizan. Cuidar mucho estos dos momentos. Que la ceniza en nuestras
cabezas sea el signo de nuestro propósito de hacer un recorrido en el cual todos
experimentemos la misericordia de Dios y la ejercitemos con los más necesitados
de la comunidad.
La Jornada
del Enfermo, y toda la semana de salud, ofrece múltiples
espacios para ejercer la misericordia en una cercanía cordial a las personas
que sufren rupturas internas; aprovechémoslas para consolidar la vocalía de
Salud integral en la Parroquia.
Del 13 al 17 de febrero, la visita del Papa Francisco como mensajero de paz y misericordia para
toda la Nación, nos dejará varios mensajes que impulsarán y orientarán nuestra
acción pastoral desde una óptica de paz y misericordia.
A los Ejercicios
Espirituales que, con excepción de los de adolescentes y jóvenes, versan
sobre la oración, se les oriente hacia la práctica de la misericordia. Son
ocasión para una sincera revisión de vida y un examen de conciencia sobre las
motivaciones profundas de nuestra acción pastoral.
La Ofrenda
Diocesana (21 de febrero), como generosa colaboración en todas las obras
diocesanas, cubre muy bien las características jubilares, equiparándose a una
ayuda a obras de beneficencia pública, por lo que nuevamente puede ser un medio
para recibir el don de la indulgencia plenaria, con las debidas disposiciones.
En la iniciativa de las “24 horas para el Señor” (4-5 marzo), y en el cumplimiento del
precepto pascual, podremos pasar por la Puerta de la Misericordia del Confesonario,
y hacer de la Eucaristía el centro de nuestra vida y el tiempo más fuerte de
misericordia. Tomar acuerdos en el Decanato.
Las Lecturas de la Misa en este tiempo no sólo afirman que Dios es misericordioso,
sino indican con claridad que sus hijos debemos ejercitarnos para vivir un amor
más grande haciéndonos cargo del cuidado de los pequeños, los pobres y los
indefensos, que tienen un rostro y una historia viva. Cada Celebración
Eucarística debe proyectarse a las obras de misericordia.
El Día de
la Familia (6 marzo) es una buena ocasión para atender esta institución en
sus múltiples formas de concretarse, y atender sus múltiples situaciones.
Conviene organizar peregrinaciones jubilares a los santuarios, con ocasión de
clausuras de Ejercicios, fiestas, alguna conmemoración parroquial, o en los
días con indulgencias.
Todas las celebraciones de la Semana Santa (Marzo 20-27), tan
valorada en la piedad popular, que se manifiesta en palabras, gestos, signos y
símbolos, nos sumergen en la misericordia de Cristo, que en su entrega por
nosotros nos salva, particularmente el lavatorio de los pies el jueves santo, el
viacrucis y la adoración de la Cruz el viernes santo, y la vivencia de la
Vigilia Pascual, culmen de todo el año litúrgico.
Acrecentar la práctica de las obras de
misericordia
El Mensaje cuaresmal del Papa Francisco se
titula: “‘Misericordia quiero y no
sacrificio’ (Mt 9.3): Las obras de misericordia en el camino jubilar”. Por
eso también tener en cuenta algunas indicaciones, desde nuestro proceso
diocesano de pastoral, para practicar las obras de misericordia en el ámbito
individual, social y eclesial.
a) Obras de misericordia corporales:
1. Dar de
comer al hambriento: Sensibilizar sobre el sentido de que la comunidad se
hace cargo de los pobres al entregar despensa a algunas familias y personas
pobres en relación a la Misa mensual de la Divina Providencia y lograr un campo
más amplio de bienhechores. Crear o mejorar los Comedores para pobres,
migrantes y campesinos. Ofrecer medios de formación nutricional. Participar en
las campañas contra la desnutrición la bulimia y la anorexia, y las
enfermedades por excesos de calorías. No especular ni lucrar con los alimentos,
ni esconder o encarecer mercancías, ni ofrecer productos caducados, adulterados
o malos. Cristo ha ordenado a sus discípulos: “Denles ustedes de comer”.
2. Dar de
beber al sediento. Luchar en contra del desperdicio del agua o su contaminación.
Igualmente, participar en campañas contra enfermedades producidas por mosquitos
que se desarrollan en aguas estancadas y podridas; y contra el abuso de bebidas
embriagantes y su venta a menores. Apaguemos la sed de Jesús viviendo nuestro
Bautismo y tratando de saciar la sed profunda que sufren tantos hermanos (sed
de amor, de atención, de cultura, de orientación, de sentido, de fe…).
3. Vestir
al desnudo. Organizar mejor los bazares de ropa, ofreciendo algo bueno y al
alcance de los pobres. Favorecer la cultura del “compartir evangeliza”. No
dejarse esclavizar por las modas y concientizar sobre el sentido moral del
vestido. Luchar contra todo tipo de desnudez (quitar sus bienes al prójimo).
Revestir de buena fama y dignidad a quienes hemos despojado de ella. Hacer
recorridos por las zonas marginadas para ofrecerles lo que realmente necesitan
y les es útil. Revestirnos de los sentimientos y la vida de Cristo. Abastecer
de vestiduras dignas para la celebración de los misterios sagrados.
4. Hospedar
al peregrino. Atender bien a quien toca a nuestra puerta: pordioseros,
migrantes, vendedores, hermanos separados, peregrinos… Participar en la
pastoral de migrantes y colaborar con las Casas que los atienden, así como en
la atención a los peregrinos. Buscar cómo hacerse cargo de las familias que
vienen de fuera y se asientan en nuestros pueblos, y a quienes no tienen
vivienda. Reconocer en ellos a Cristo. Recorrer los asentamientos de
trabajadores temporales y paracaidistas, las terminales de autobuses, para ver
cómo se puede ayudar a las personas.
5. Visitar
al enfermo. Atención a los enfermos y a sus familiares; atender los
hospitales, sobre todo los populares. Facilitar acceso a servicios de salud a
quienes carecen de ellos. Acompañar a los enfermos, ancianos y discapacitados
que están en casa o en centros de asistencia, en sus enfermedades físicas,
psicológicas o morales, ofreciéndoles atención integral y los servicios
necesarios, incluyendo los auxilios espirituales. Aprovechar los talleres para
cuidados paliativos, atención básica a enfermos terminales, rehabilitación,
escucha y discernimiento, etc. Apoyar los centros existentes: Clínica de Salud
integral, Casa Fraterna para la Discapacidad, Centros de rehabilitación,
Dispensarios médicos, etc.
6. Visitar
a los presos. Preocuparse por los encarcelados, pues son hermanos nuestros
y de la forma en que vivan su reclusión dependerá su retorno a la sociedad;
atención a su familia, sensibilización de la población, apoyo de justicia,
llamado a la conciencia, apoyar la pastoral carcelaria, interés por mejorar las
cárceles y sus programas. Aprovechar los talleres y campañas de prevención del
delito, y crear o sugerir alternativas de rehabilitación. Continuar
reflexionando en los talleres de reconciliación y paz.
7. Sepultar
a los muertos. Aunque las funerarias realizan ese servicio, los familiares
del difunto necesitan apoyo y acompañamiento, en lo moral y económico, no sólo
en el funeral. Cuidar la digna sepultura de cadáveres no identificados,
pordioseros, niños abortados, con la conciencia del sentido del cuerpo como
elemento integral de la persona humana, templo e instrumento del Espíritu, redimido
por Cristo y desinado a la gloria. Contrarrestar las creencias en la
reencarnación o la aniquilación. Se permitió la incineración si no negaban la
inmortalidad, pero las cenizas deben tener un digno recipiente y sepultarse en
un lugar propio (cripta o columbario); es contrario al sentir de la Iglesia
esparcirlas al aire o al agua, guardarlas en casa o venerarlas.
b) Obras de misericordia espirituales:
1. Enseñar
al que no sabe. Colaborar con las escuelas y centros de formación, haciendo
una verdadera comunidad educativa entre alumnos, educadores, papás y personal
de auxilio. Iniciar o asesorar en el uso evangelizador de las tecnologías de la
comunicación. Enseñar manualidades, artesanías, oficios, pericias, como alternativas
ante la desocupación. No guardarse los saberes en cuanto a remedios, cocina y
otros secretos adquiridos por la experiencia si son útiles a la comunidad y se
ejercen sin lucro. Instruir sobre los principios morales, doctrinales y
espirituales, para un recto obrar.
2. Dar
buen consejo a quien lo necesita. Crear o mejorar los centros de
consultoría. Ofrecer posibilidades y alternativas de dirección espiritual.
Impulsar los grupos de autoayuda. Conocer el Catecismo de la Iglesia Católica
para responder dudas e interrogantes comunes y ofrecer el sentido de la vida y
de los acontecimientos. Buscar y acompañar a quienes se rezagan o resienten.
3. Corregir
a quien se equivoca. Seguir los pasos de la corrección fraterna que
nos señaló el Señor (Mt 18,15-20). Promover la revisión de vida en los grupos a
la luz de la fe, la práctica diaria del examen de conciencia. Apoyar los grupos
de autoayuda y centros de rehabilitación con participación social responsable.
Hacer campaña contra la murmuración y el juicio severo. Enseñar a discernir y
orar.
4. Consolar
a los tristes. Atender a personas en duelo, depresión, abandono, quiebra,
enfermos terminales, etc., aprovechando los talleres de capacitación que se
ofrecen. Hacer brigadas de detección, atención y orientación. Ser creativos
para hacerles llegar algún detalle de apoyo. Apoyar la pastoral de salud
integral.
5. Perdonar
las injurias. Crear ambientes más positivos y propositivos y ofrecer
mediación en los conflictos. Hacer retiros espirituales que acompañen en el
proceso del perdón. Atender a las personas que han sido víctimas de la
violencia, la delincuencia y el crimen. Reconocer los propios errores y
aprender a ofrecer disculpas. Organizar cursos de ESPERE (Escuela de perdón y
reconciliación). Mejorar la preparación y celebración del sacramento de la
Reconciliación.
6. Sufrir
con paciencia las debilidades del prójimo. Ser tolerantes con quienes
piensan o actúan diferente. Capacitarse en el diálogo y la concertación. Partir
de la aceptación de la realidad y la valoración de la persona. Pensar en la
Pasión de Cristo, la paciencia y comprensión que nos tiene.
7. Orar
por los vivos y por los difuntos. Rezar diario el Santo Rosario por los
difuntos. Apoyar los grupos de oración. Enseñar a las personas a orar. Crear
mecanismos de intercesión permanente. Revisar los subsidios de oración popular.
Orientar la devoción a las ánimas del purgatorio. Intensificar la oración.
Conclusión
El cristianismo no es una religión de ideas, sino
nace de una experiencia viva y se consolida en lo ordinario de la vida. Tampoco
es una religión de puro sentimentalismo, pues la misericordia no es un
sentimiento de vaga reconciliación universal sin incidencia en la vida diaria,
sino que debe proyectarse en el ámbito individual, comunitario y social.
Les sigo pidiendo su oración y les envío a todos
mi bendición.
+ Felipe SALAZAR
VILLAGRANA
Obispo de San Juan de
los Lagos
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