Llegó el momento en que el Santo
Padre Francisco pisara tierra azteca por primera vez, y por ello, las calles de
la Ciudad de México se pintaron de colores blanco y amarillo (además del
tradicional verde, blanco y rojo) ello como muestra de la unión entre uno de
los países más ricos en cultura y tradición (México) y el país más pequeña del
mundo (Vaticano).
Por fin se llegó el momento en
que el Santo Padre se encontrara con un pueblo Mariano, que luego de haberlo
estado esperando desde hace más de dos años (desde su elección Papal) el 12 de
febrero del 2016, el sucesor 266 de San Pedro, llegara a las 19:20 hrs al
aeropuerto internacional de la Ciudad de México.
Horas antes de que aterrizara el
avión, que trasladó al Papa Francisco, el hangar presidencial se fue llenando
poco a poco de fieles católicos, representantes de la iglesia Mexicana,
representantes de las autoridades civiles y prensa; mismos que serían los encargados
de dar la bienvenida al Vicario de Cristo en la tierra.
Dentro de los preparativos que se
tuvieron para la bienvenida del Santo Padre, se planeó una muestra de la
riqueza cultural que engrandece a nuestro país (mediante bailables folklóricos
y música regional mexicana) mismos, que de alguna manera, le dirían al mundo
entero que esta tierra estaba más que preparada para recibir a S. S. Francisco; pero no sólo esto, sino que
las porras, los vivas y muestras de cariño se hacían cada vez más presentes, escuchándose,
“¡Francisco, hermano, ya eres mexicano!”.
Una vez que Francisco pisara
suelo mexicano y que el Nuncio Apostólico en México, D. Christopher Pierre
diera la bienvenida, a bordo del avión papal, al Santo Padre fue saludado por
el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Lic. Enrique Peña Nieto y su
esposa la Sra. Angélica Rivera de Peña; quienes, en conjunto recorrerían una
alfombra roja para saludar a parte de los ahí presentes.
Finalizada esta breve ceremonia
de bienvenida, Su Santidad, abordó el papamóvil, en el cual, recorrería por
primera vez alguna de las avenidas principales de la Ciudad de México hasta
llegar a la Nunciatura Apostólica.
Fue así como el “Misionero de la
Misericordia y de la paz” recibiera la primera muestra de cariño de un pueblo
mariano.
Por: Héctor Javier Álvarez Romero, corresponsal.
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