La mañana del lunes 12 de
mayo, fueron recibidos en audiencia con el Papa Francisco los Obispos del
primer grupo de la Visita “ad limina”.
Presidió el grupo el Emmo.
Sr. Card. Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara, con sus Obispos
Auxiliares: Excmo. Mons. Miguel Romano Gómez, Obispo titular de Vagal; Excmo.
Mons. José Leopoldo González González, tit. de Tuburnica; Excmo. Mons. Juan
Humberto Gutiérrez Valencia, tit. de Giunca di Bizacena.
Entraron junto con ellos:
el Excmo. Mons. José María De la Torre Martín, Obispo de Aguascalientes; el
Excmo. Mons. Gonzalo Galván Castillo, Obispo de Autlán; Excmo. Mons. Braulio
Rafael León Villegas, Obispo de Ciudad Guzmán; Excmo. Mons. Marcelino Hernández
Rodríguez, Obispo de Colima; nuestro Pastor Excmo. Mons. Felipe Salazar
Villagrana, Obispo de San Juan de los Lagos; el Excmo. Mons. Luis Artemio
Flores Calzada, Obispo de Tepic; y el Excmo. Mons. José de Jesús González
Hernández, Prelado de Jesús María del Nayar.
Les acompañaron también el
Excmo. Mons. Ramón Castro Castro, Obispo de Cuernavaca; y nuestro conocido
Excmo. Mons. Raúl Gómez González, Obispo de Tenancingo, en el fin de novenario
de la muerte de su mamá Lucita. Ellos no han cumplido cinco años en su
Diócesis, por lo que su presentación es más libre.
El
encuentro con el Sucesor de Pedro es una forma de manifestar la unidad con la
Iglesia universal y un servicio a la comunión de la Iglesia. Fortalece la
responsabilidad de cada obispo como sucesor de los Apóstoles y la comunión
jerárquica con el Sumo Pontífice, en referencia a las tumbas de Pedro y Pablo,
pastores y columnas de la Iglesia.
Tiene
también un sentido de comunión con los Obispos y las comunidades eclesiales del
mundo entero, pues en sus intercambios se aportan las realidades y experiencias
de la propia Iglesia particular, y se reciben las de otras diócesis del mundo,
produciendo así un enriquecimiento mutuo que es fruto de la comunión eclesial.
Después
de una presentación general de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, cada
obispo presentó brevemente el estado de su diócesis al Papa Francisco,
respondiendo a sus eventuales preguntas, y tratándole brevemente algún asunto
particular; todo en un espacio de 5 minutos, a partir de la síntesis de su
Informe.
No
se encuentran como personas aisladas, pues cada uno representa el ‘nosotros’ de
la Iglesia: de los fieles, de los obispos, y en cierto sentido, del Cuerpo de
Cristo, en un intercambio vital entre la Iglesia universal y las Iglesias
particulares. Un apostolado integral abarca la colaboración de todos en la
Iglesia, universal y particular.
Durante
la semana, se entrevistarán también con los diversos organismos de la Curia
Romana, es decir, congregaciones, consejos y comisiones pontificias, etc.
Tienen asuntos pendientes en el Informe enviado, o se les requiere para
precisar algunas cosas. Esperan así el Mensaje del Santo Padre a todos los
Obispos de México el lunes 19.
Desde
antiguo, los peregrinos fueron a Roma para dar testimonio de su fe e implorar
la gracia divina junto a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, umbrales de
la Ciudad eterna que es la meta última del camino humano. Por eso también los
Obispos celebraron en las criptas de la Basílica Vaticana ante la tumba de San
Pedro, y celebrarán en San Pablo extramuros. Reflexionar y orar ante los
lugares del supremo testimonio de los Apóstoles les provoca una renovada
profesión de la fe que han propagado, vivido y servido. Sus tumbas son
“confesiones”, es decir, “testimonios” que nos hablan de la Verdad y la gracia
de Cristo salvador, a quien ellos ofrecieron el servicio de su palabra y el don
de su vida. Por encima de sus tumbas, señorea la figura de Cristo crucificado y
resucitado.
No
están, pues, en la Roma mundana, de museo y de turismo, surgida de Rómulo y
Remo, manchada de sangre hermana y extendida desde sus siete colinas hasta los
confines del mundo antiguo, quedando sólo ruinas; ni la Roma medieval con sus
esplendores de leyenda, donde se mezclan el bien y el mal, la grandeza y la
miseria, la belleza y la fealdad. Es el signo de aquella “Ciudad futura” hacia
la que todos estamos encaminados, como Abraham y los patriarcas (Hb 11,14;
13,14), como los apóstoles y los mártires, cuyos recuerdos se encuentran como
los santos de todos los tiempos. Más allá de los monumentos de ayer y hoy, de
los museos, palacios, sedes de poder, lugares de estancia, trabajo y
sufrimiento, esa Roma pertenece al espíritu más que a los sentidos.
Entre
la Jerusalén histórica, que tuvo la función de hacer converger en Cristo los
peregrinos del Antiguo Testamento, y la Jerusalén celeste, ciudad de Dios hacia
la cual avanza como término último la historia, Roma es el signo de la Iglesia,
donde se realiza, no sólo el cumplimiento de las promesas y esperas antiguas,
sino también y sobre todo la proyección escatológica de todas las esperanzas
humanas hacia la vida eterna.
Es
el centro visible de la Iglesia; punto donde convergen las experiencias de la
santidad cristiana; donde está la Cátedra desde la cual la Iglesia maestra, a
través del Sumo Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra y Pastor de la
Iglesia universal, predica la doctrina, dirige a la cristiandad universal, y
exalta los santos de todo el mundo que en su fidelidad realizaron en sí la
perfección de la vida según el Evangelio y que son para nosotros los hermanos
mayores que nos guían en el gran camino hacia la Jerusalén del cielo.
Padre Francisco Escobar Mireles
Padre Francisco Escobar Mireles
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