SE CASARON Y VIVIERON FELICES ¿PARA SIEMPRE?
Fracasos
matrimoniales; una reflexión desde la praxis de Tribunales Eclesiásticos
Francisco Javier Jiménez López
Abogado y Licenciado en Derecho Canónico
«Me caso porque me caso»; suelen decir aquellos que han tomado la
decisión de casarse convencidos de que el matrimonio será la puerta de la
felicidad. Sin embargo; no todos los matrimonios tienen final feliz; a las
semanas, meses o años de su celebración aparecen problemas que hacen imposible
la convivencia y los esposos terminan en una relación tormentosa o separándose
de manera definitiva recurriendo al llamado divorcio civil, así como a los Tribunales
Eclesiásticos para tramitar un juicio de nulidad matrimonial.
Precisamente desde la experiencia de dichos Tribunales Eclesiásticos
queremos compartir un análisis de lo que origina el fracaso de aquellos que en
un momento pensaron que encontrarían en el matrimonio la oportunidad de ser
felices para siempre. Entre los principales factores que inciden en dicho
fracaso encontramos la inmadurez afectiva, el machismo, el alcoholismo, la
drogadicción, presiones internas o externas por un embarazo; etcétera Factores
que esperamos abordar en ulteriores publicaciones.
En el presente
artículo nos concentraremos en una circunstancia en particular que obedece en
general a una deficiente formación humana y doctrinal: muchas personas al momento de su boda desconocen qué es esencialmente
el matrimonio, y/o no cuentan con la capacidad para hacer una valoración
respecto a los derechos y obligaciones que se originan con su celebración.
En tal virtud, vale la pena recordar aquí que el matrimonio es una alianza por
la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida;
de ahí que sus propiedades esenciales sean la unidad y la indisolubilidad;
es decir, un solo hombre para una sola mujer en una unión que es para toda la
vida; mientras que entre las obligaciones esenciales se encuentra la de buscar
la felicidad del otro, la fidelidad, la apertura a los hijos y la de hacer de
su hogar una comunidad de vida y amor.
Se supone que el
noviazgo debe ser una etapa de preparación al matrimonio, pero la realidad es
que por diversas circunstancias a veces no cumple con este objetivo; desde la
causa de fracaso matrimonial que nos ocupa encontramos que los novios rara vez
hacen planes para el futuro precisamente porque ignoran lo que es el
matrimonio; y es que al no tener claridad sobre la unidad y la indisolubilidad del
pacto conyugal no son capaces de valorar su capacidad para establecer una
relación exclusiva y permanente; y si no se conocen con precisión los derechos
y obligaciones que nacen con el vínculo no sopesan su capacidad para establecer
relaciones interpersonales sanas.
Así pues; encontramos
casos en donde los novios, desconociendo la realidad del matrimonio expresan su
voluntad de casarse sin cuestionarse previamente si el tiempo que llevan de
relación ha sido suficiente para conocerse a fondo; y es que a veces ni
siquiera se toman el tiempo para conocer a sus familias de origen, ni de
valorar la dinámica que ahí se ha establecido; no está por demás señalar que a
veces tendemos a repetir los patrones de conducta aprendidos en casa; eso
explica lo que a veces los esposos se dicen en tono de reclamo: «eres igual que tu madre…; eres igual que tu
padre».
Asimismo, previo al
matrimonio los novios pocas veces se detienen en analizar objetivamente la
personalidad y el carácter del otro; recordemos que los enamorados tienden a
minimizar sus defectos y a maximizar sus virtudes; y no se lleva a cabo un
análisis sobre su capacidad para cumplir con las exigencias de la vida
matrimonial, así por ejemplo; si él es afecto a las bebidas embriagantes ella
considera que no es problema porque una vez que se casen lo va a cambiar; y si
ella es celosa, él cree que se debe al amor que le tiene; ambos piensan que el
matrimonio va a remediar por arte de magia todas las dificultades que durante
el noviazgo se presentaron.
Ahora bien; cuando
dos personas celebran su matrimonio sin el conocimiento de lo que éste es e
implica, de repente se encuentran con la obligación de asumir el rol de esposo
o esposa; y se dan cuenta que el matrimonio no es lo que esperaban; y cuando el
enamoramiento desaparece las frases que se decían de novios cambian de sentido;
así tenemos que aquel «gracias por ser
así»; se convierte en un «¿por qué
eres así»; y aquel «nunca cambies»;
por un «¿nunca vas a cambiar?».
Es cuando ya se
casaron que las personas hacen consciencia de que durante el noviazgo nunca
llevaron a cabo una reflexión acerca de lo que implica estar casado; y aquellos
defectos que apenas advertían de novios ahora se convierten en grandes
obstáculos que impiden el establecimiento de una dinámica conyugal funcional
que permita a los esposos hacer de su hogar una comunidad de vida y amor.
Muchas veces amigos y
familiares procuran hacerles ver a los novios la existencia de circunstancias
que desaconsejan la celebración de su matrimonio, tales como un noviazgo
demasiado breve; un noviazgo conflictivo; la corta edad de alguno o de ambos; el
poco conocimiento de sus personas; la existencia de rasgos de grave inmadurez;
la presencia de alguna adicción; el mal carácter de alguno de ellos; la falta
de capacidad para guardar la fidelidad; la irresponsabilidad; etc. Si se quiere
un matrimonio con final feliz valdría la pena detenerse a reflexionar en lo que
es e implica la vida matrimonial antes de decir: «me caso porque me caso».
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