miércoles, 30 de septiembre de 2015

SE CASARON Y VIVIERON FELICES ¿PARA SIEMPRE?
Fracasos matrimoniales; una reflexión desde la praxis de Tribunales Eclesiásticos
Francisco Javier Jiménez López
Abogado y Licenciado en Derecho Canónico

«Me caso porque me caso»; suelen decir aquellos que han tomado la decisión de casarse convencidos de que el matrimonio será la puerta de la felicidad. Sin embargo; no todos los matrimonios tienen final feliz; a las semanas, meses o años de su celebración aparecen problemas que hacen imposible la convivencia y los esposos terminan en una relación tormentosa o separándose de manera definitiva recurriendo al llamado divorcio civil, así como a los Tribunales Eclesiásticos para tramitar un juicio de nulidad matrimonial.
Precisamente desde la experiencia de dichos Tribunales Eclesiásticos queremos compartir un análisis de lo que origina el fracaso de aquellos que en un momento pensaron que encontrarían en el matrimonio la oportunidad de ser felices para siempre. Entre los principales factores que inciden en dicho fracaso encontramos la inmadurez afectiva, el machismo, el alcoholismo, la drogadicción, presiones internas o externas por un embarazo; etcétera Factores que esperamos abordar en ulteriores publicaciones.
En el presente artículo nos concentraremos en una circunstancia en particular que obedece en general a una deficiente formación humana y doctrinal: muchas personas al momento de su boda desconocen qué es esencialmente el matrimonio, y/o no cuentan con la capacidad para hacer una valoración respecto a los derechos y obligaciones que se originan con su celebración. En tal virtud, vale la pena recordar aquí que el matrimonio es una alianza por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida; de ahí que sus propiedades esenciales sean la unidad y la indisolubilidad; es decir, un solo hombre para una sola mujer en una unión que es para toda la vida; mientras que entre las obligaciones esenciales se encuentra la de buscar la felicidad del otro, la fidelidad, la apertura a los hijos y la de hacer de su hogar una comunidad de vida y amor.
Se supone que el noviazgo debe ser una etapa de preparación al matrimonio, pero la realidad es que por diversas circunstancias a veces no cumple con este objetivo; desde la causa de fracaso matrimonial que nos ocupa encontramos que los novios rara vez hacen planes para el futuro precisamente porque ignoran lo que es el matrimonio; y es que al no tener claridad sobre la unidad y la indisolubilidad del pacto conyugal no son capaces de valorar su capacidad para establecer una relación exclusiva y permanente; y si no se conocen con precisión los derechos y obligaciones que nacen con el vínculo no sopesan su capacidad para establecer relaciones interpersonales sanas.
Así pues; encontramos casos en donde los novios, desconociendo la realidad del matrimonio expresan su voluntad de casarse sin cuestionarse previamente si el tiempo que llevan de relación ha sido suficiente para conocerse a fondo; y es que a veces ni siquiera se toman el tiempo para conocer a sus familias de origen, ni de valorar la dinámica que ahí se ha establecido; no está por demás señalar que a veces tendemos a repetir los patrones de conducta aprendidos en casa; eso explica lo que a veces los esposos se dicen en tono de reclamo: «eres igual que tu madre…; eres igual que tu padre».
Asimismo, previo al matrimonio los novios pocas veces se detienen en analizar objetivamente la personalidad y el carácter del otro; recordemos que los enamorados tienden a minimizar sus defectos y a maximizar sus virtudes; y no se lleva a cabo un análisis sobre su capacidad para cumplir con las exigencias de la vida matrimonial, así por ejemplo; si él es afecto a las bebidas embriagantes ella considera que no es problema porque una vez que se casen lo va a cambiar; y si ella es celosa, él cree que se debe al amor que le tiene; ambos piensan que el matrimonio va a remediar por arte de magia todas las dificultades que durante el noviazgo se presentaron.
Ahora bien; cuando dos personas celebran su matrimonio sin el conocimiento de lo que éste es e implica, de repente se encuentran con la obligación de asumir el rol de esposo o esposa; y se dan cuenta que el matrimonio no es lo que esperaban; y cuando el enamoramiento desaparece las frases que se decían de novios cambian de sentido; así tenemos que aquel «gracias por ser así»; se convierte en un «¿por qué eres así»; y aquel «nunca cambies»; por un «¿nunca vas a cambiar?».
Es cuando ya se casaron que las personas hacen consciencia de que durante el noviazgo nunca llevaron a cabo una reflexión acerca de lo que implica estar casado; y aquellos defectos que apenas advertían de novios ahora se convierten en grandes obstáculos que impiden el establecimiento de una dinámica conyugal funcional que permita a los esposos hacer de su hogar una comunidad de vida y amor.

Muchas veces amigos y familiares procuran hacerles ver a los novios la existencia de circunstancias que desaconsejan la celebración de su matrimonio, tales como un noviazgo demasiado breve; un noviazgo conflictivo; la corta edad de alguno o de ambos; el poco conocimiento de sus personas; la existencia de rasgos de grave inmadurez; la presencia de alguna adicción; el mal carácter de alguno de ellos; la falta de capacidad para guardar la fidelidad; la irresponsabilidad; etc. Si se quiere un matrimonio con final feliz valdría la pena detenerse a reflexionar en lo que es e implica la vida matrimonial antes de decir: «me caso porque me caso».

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