viernes, 4 de septiembre de 2015

NUEVA RESTRUCTURACIÓN DE LA CATEQUESIS PREMATRIMONIAL


«Una respuesta a la crisis cultural profunda del matrimonio y la familia»
Francisco Javier Jiménez López
Abogado y Licenciado en Derecho Canónico
La institución matrimonial en nuestra sociedad se caracteriza  -entre otras cosas- por el alto número de fracasos conyugales, muchos de ellos debidos a que los esposos lo celebraron sin la adecuada reflexión y preparación, por motivaciones no completamente adecuadas, coaccionados por diferentes circunstancias o no conociendo verdaderamente a qué se comprometían, etc. La Iglesia católica, preocupada por esta situación, insiste desde hace tiempo en la necesidad de que los esposos se preparen adecuadamente para la celebración de su matrimonio tanto para conseguir que los contrayentes lo celebren de una forma consciente y responsable como para prevenir los fracasos matrimoniales que tan negativamente repercuten en los propios cónyuges y en sus hijos, en la sociedad y en la Iglesia[1].
En Aparecida, nuestros obispos insisten en que la familia es uno de los tesoros más importantes de nuestros pueblos y patrimonio de la humanidad entera. No obstante, en Latinoamérica, una parte importante de la población está afectada por difíciles condiciones de vida que amenazan directamente la institución familiar; en tal virtud, estamos llamados a trabajar para que esta situación sea transformada, y la familia asuma su ser y su misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia (DA. n. 432).
El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium insiste también en esta realidad cuando señala que: «La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno…» (n. 66).
En nuestra Diócesis se tiene consciencia de esta realidad, misma que se presentó en el V Plan Diocesano de Pastoral; concretamente en los número 99-103; en donde se insiste particularmente en que: «Las instituciones que más han resentido esta crisis son el matrimonio y la familia […]. Está en riesgo el modelo tradicional de matrimonio y familia» (101).
Así pues; encontramos un cambio fundamental en las relaciones de pareja que ha modificado la estructura familiar y que se manifiesta en la disociación entre conyugabilidad (vínculo de pareja, vínculo social) y filiación (vínculo entre padres e hijos, vínculo natural). Ante una aparente serie de procesos de descomposición social, se refleja en la familia un creciente desorden y una disfunción manifiesta en los comportamientos de sus miembros desprovistos de una ética.

En concreto, de un análisis de la realidad en nuestro país observamos lo siguiente[2]:

·         La familia ha perdido protagonismo en la sociedad.

·         Impera el individualismo, sus integrantes no asumen sus roles.

·         Adoptan  y eligen otros estilos de vida, construyendo su familia movidos por su propia verdad y moral.

·         Se ha vuelto “desechable” al tiempo que surgen otros conceptos de “matrimonio”.

·         Aumento de divorcios; madres y padres solteros.

·         Violencia familiar.

·         Desempleo, inseguridad.

·         Alcoholismo, droga, prostitución.

·         Falta de asumir los derechos–deberes de ser padres; falta de una comunicación asertiva padres e hijos.

·         Abusos sexuales; promiscuidad.

·         Pérdida de identidad del matrimonio y de la familia cristiana.

·         Desvalorización del verdadero significado del noviazgo.

·         Mentalidad contraceptiva y abortiva.

·         Políticas familiares insuficientes y equivocadas.

Ahora bien; veamos a continuación los resultados del análisis de la realidad que presenta nuestro V Plan Diocesano de Pastoral (n. 104); ahí se señala que en relación a nuestra Iglesia Diocesana el debilitamiento de la familia se experimenta en:

·         La dificultad para establecer vínculos estables y duraderos.

·         Carencia en la comunicación conyugal.

·         Aumento en la violencia intrafamiliar.

·         Infidelidad.

·         Poca estabilidad conyugal.

·         Disfuncionalidad y desintegración familiar.

·         Carencia en la formación a la vida matrimonial y familiar, etc.

De lo anterior se advierte que la atención a la vida familiar en cada una de sus etapas resulta hoy en la Iglesia una URGENCIA PASTORAL, con algunos rasgos de NOVEDAD en el marco de la nueva evangelización; debemos evangelizar con audacia: «No me avergüenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rom 1,16).
La realidad que hemos venido describiendo, nos interpela; nos reta y nos obliga entre otras cosas a:

·         Dar razón de nuestra esperanza ante un ambiente cultural que ignora la verdad de Dios y que, en consecuencia, busca justificar las obras que proceden de sus desviados deseos.

·         Evangelizar con el testimonio de vida  y con la sana doctrina.

·         Vivir el evangelio del matrimonio y la familia.

·         Educar en el amor y la sexualidad ante la “revolución sexual” que ha separado la sexualidad del matrimonio, de la procreación y del amor.

·         Formar nuevos evangelizadores para una pastoral familiar integral y progresiva.

·         Desde el cimiento de la iniciación cristiana, como proceso de formación integral del sujeto, educar para que la persona descubra la vocación esencial al amor para amar.

·         Fomentar una pastoral familiar que sea la acción evangelizadora que realiza la Iglesia, orientada por sus pastores, en la familia y con la familia.

·         Comprender que la familia es el eje transversal de la evangelización.

·         Que la familia sea objeto y sujeto de la evangelización.

·         Promover la santidad matrimonial.

De lo que hemos venido señalando se advierte que hoy sigue siendo apremiante la atención de las familias; en nuestra Diócesis así se ha insistido puntualmente desde la publicación del V Plan de Pastoral, donde de manera expresa se ha señalado que: «Es necesario atender de forma integral a la familia. La parroquia, centro de la vida eclesial, ha de consolidar proyectos y programas que pongan al centro de su acción pastoral a la familia de una manera transversal» (105).
En tal virtud, vale la pena que en nuestras comunidades parroquiales se trabaje pastoralmente en los lineamientos que según el Plan de Pastoral Vigente (n. 107) deben seguir nuestros esfuerzos para:

·         Presentar el proyecto original de Dios sobre el matrimonio y la familia.

·         Ayudar a los jóvenes a descubrir la belleza del amor y la dignidad del sacramento del matrimonio.

·         Redescubrir la grandeza de la paternidad y la maternidad vividas en las circunstancias actuales.

·         Crear itinerarios formativos que acompañen a los matrimonios a su consolidación plena.

·         Promover la espiritualidad conyugal y familiar.

·         Atender a los matrimonios y familias que atraviesan por situaciones difíciles o viven situaciones especiales e irregulares.

·         Creación de redes de familias que colaboren con otras instituciones en el fortalecimiento de la familia y la conversión y renovación de las instituciones para que se pongan al servicio de la persona y de las familias.

Estamos convencidos de que dichos lineamientos pastorales responden a las exigencias que nos plantea la realidad y que trabajar sobre éstos ayudaría a disminuir los aspectos negativos que sufre el matrimonio y la familia; e incluso podríamos revertirlos en algún momento.
Nos llena de esperanza el hecho de que al menos los primeros tres puntos podrán ser implementados a partir del mes de octubre; fecha en la que entrará en vigor el Decreto promulgado el 25 de marzo por el Señor Obispo Felipe Salazar; y mediante el cual se presenta la «NUEVA ESTRUCTURACIÓN DE LAS CATEQUESIS PREVIAS AL MATRIMONIO», para efecto de que se unifiquen en todas las Comunidades de la Diócesis los itinerarios de las catequesis prematrimoniales dando los siguientes pasos:
1º.- Cada Parroquia debe ofrecer la catequesis prematrimonial.
2º.- El contenido de esta catequesis debe abarcar todos y cada uno de los temas del subsidio: Edificar una vida Juntos «Preparación inmediata al Sacramento del Matrimonio», ofrecido por la Conferencia del Episcopado Mexicano.
3º.- Debe exponerse a los novios un solo tema por sesión semanal.
Ojalá que los esfuerzos que llevan y lleven a cabo los agentes de pastoral familiar para ofrecer la Catequesis Prematrimonial en los términos indicados por nuestro Señor Obispo, ayuden a recuperar el sentido cristiano del matrimonio y la familia y permitan que los esposos experimenten en su vida matrimonial la gracia que nace del Sacramento.



[1]AAVV., Derecho Canónico II: El derecho en la misión de la Iglesia, BAC, Madrid, 2006, 122.
[2]Encuesta de Capital Social en el Medio Urbano (2006); Encuesta Nacional de Familia y Vulnerabilidad (2006);  Encuesta Nacional Urbana sobre la Familia como Recurso de la Sociedad (2011); Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Familias (2005) ; Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Practicas Ciudadanas (2008); Encuesta Nacional de la Juventud  (2005); Encuesta Nacional de Valores (2010).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Agradecemos tus comentarios
(Los comentarios son moderados)