«Una respuesta a la
crisis cultural profunda del matrimonio y la familia»
Francisco
Javier Jiménez López
Abogado y
Licenciado en Derecho Canónico
La institución
matrimonial en nuestra sociedad se caracteriza
-entre otras cosas- por el alto número de fracasos conyugales, muchos de
ellos debidos a que los esposos lo celebraron sin la adecuada reflexión y
preparación, por motivaciones no completamente adecuadas, coaccionados por
diferentes circunstancias o no conociendo verdaderamente a qué se comprometían,
etc. La Iglesia católica, preocupada por esta situación, insiste desde hace
tiempo en la necesidad de que los esposos se preparen adecuadamente para la
celebración de su matrimonio tanto para conseguir que los contrayentes lo
celebren de una forma consciente y responsable como para prevenir los fracasos
matrimoniales que tan negativamente repercuten en los propios cónyuges y en sus
hijos, en la sociedad y en la Iglesia[1].
En Aparecida,
nuestros obispos insisten en que la familia es uno de los tesoros más importantes
de nuestros pueblos y patrimonio de la humanidad entera. No obstante, en Latinoamérica,
una parte importante de la población está afectada por difíciles condiciones de
vida que amenazan directamente la institución familiar; en tal virtud, estamos
llamados a trabajar para que esta situación sea transformada, y la familia
asuma su ser y su misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia (DA. n.
432).
El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica
Evangelii Gaudium insiste también en esta realidad cuando señala que: «La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las
comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los
vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de
la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a
pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El
matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que
puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la
sensibilidad de cada uno…» (n. 66).
En nuestra Diócesis se tiene consciencia de
esta realidad, misma que se presentó en el V Plan Diocesano de Pastoral;
concretamente en los número 99-103; en donde se insiste particularmente en que:
«Las instituciones que más
han resentido esta crisis son el matrimonio y la familia […]. Está en riesgo el modelo tradicional de matrimonio y familia» (101).
Así pues; encontramos un cambio fundamental en las relaciones de
pareja que ha modificado la estructura familiar y que se manifiesta en la disociación entre conyugabilidad (vínculo
de pareja, vínculo social) y filiación (vínculo entre padres e hijos,
vínculo natural). Ante una aparente serie de procesos de descomposición
social, se refleja en la familia un creciente desorden y una disfunción
manifiesta en los comportamientos de sus miembros desprovistos de una ética.
En concreto, de un análisis
de la realidad en nuestro país observamos lo siguiente[2]:
·
La familia ha perdido protagonismo en la sociedad.
·
Impera el individualismo, sus integrantes no asumen sus
roles.
·
Adoptan y eligen otros
estilos de vida, construyendo su familia movidos por su propia verdad y moral.
·
Se ha vuelto “desechable” al tiempo que surgen otros
conceptos de “matrimonio”.
·
Aumento de divorcios; madres y padres solteros.
·
Violencia familiar.
·
Desempleo, inseguridad.
·
Alcoholismo, droga, prostitución.
·
Falta de asumir los derechos–deberes de ser padres; falta de
una comunicación asertiva padres e hijos.
·
Abusos sexuales; promiscuidad.
·
Pérdida de identidad del matrimonio y de la familia
cristiana.
·
Desvalorización del verdadero significado del noviazgo.
·
Mentalidad contraceptiva y abortiva.
·
Políticas familiares insuficientes y equivocadas.
Ahora bien;
veamos a continuación los resultados del análisis de la realidad que presenta
nuestro V Plan Diocesano de Pastoral (n. 104); ahí se señala que en relación a
nuestra Iglesia Diocesana el debilitamiento de la familia se experimenta en:
·
La dificultad para establecer vínculos estables y duraderos.
·
Carencia en la comunicación conyugal.
·
Aumento en la violencia intrafamiliar.
·
Infidelidad.
·
Poca estabilidad conyugal.
·
Disfuncionalidad y desintegración familiar.
·
Carencia en la formación a la vida matrimonial y familiar,
etc.
De lo anterior se advierte que la
atención a la vida familiar en cada una de sus etapas resulta hoy en la Iglesia
una URGENCIA PASTORAL, con algunos rasgos de NOVEDAD en el marco de la nueva
evangelización; debemos evangelizar con audacia: «No me avergüenzo del
Evangelio, que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rom 1,16).
La realidad
que hemos venido describiendo, nos interpela; nos reta y nos obliga entre otras
cosas a:
·
Dar razón de nuestra esperanza ante un ambiente cultural que
ignora la verdad de Dios y que, en consecuencia, busca justificar las obras que
proceden de sus desviados deseos.
·
Evangelizar con el testimonio de vida y con la sana doctrina.
·
Vivir el evangelio del matrimonio y la familia.
·
Educar en el amor y la sexualidad ante la “revolución sexual”
que ha separado la sexualidad del matrimonio, de la procreación y del amor.
·
Formar nuevos evangelizadores para una pastoral familiar
integral y progresiva.
·
Desde el cimiento de la iniciación cristiana, como proceso de
formación integral del sujeto, educar para que la persona descubra la vocación
esencial al amor para amar.
·
Fomentar una pastoral familiar que sea la acción
evangelizadora que realiza la Iglesia, orientada por sus pastores, en la
familia y con la familia.
·
Comprender que la familia es el eje transversal de la
evangelización.
·
Que la familia sea objeto y sujeto de la evangelización.
·
Promover la santidad matrimonial.
De lo que hemos venido señalando se advierte que hoy sigue siendo
apremiante la atención de las familias; en nuestra Diócesis así se ha insistido
puntualmente desde la publicación del V Plan de Pastoral, donde de manera expresa
se ha señalado que: «Es necesario atender de
forma integral a la familia. La parroquia, centro de la vida eclesial, ha de
consolidar proyectos y programas que pongan al centro de su acción pastoral a
la familia de una manera transversal» (105).
En tal
virtud, vale la pena que en nuestras comunidades parroquiales se trabaje
pastoralmente en los lineamientos que según el Plan de Pastoral Vigente (n.
107) deben seguir nuestros esfuerzos para:
·
Presentar el proyecto original de Dios sobre el matrimonio y
la familia.
·
Ayudar a los jóvenes a descubrir la belleza del amor y la
dignidad del sacramento del matrimonio.
·
Redescubrir la grandeza de la paternidad y la maternidad
vividas en las circunstancias actuales.
·
Crear itinerarios formativos que acompañen a los matrimonios
a su consolidación plena.
·
Promover la espiritualidad conyugal y familiar.
·
Atender a los matrimonios y familias que atraviesan por
situaciones difíciles o viven situaciones especiales e irregulares.
·
Creación de redes de familias que colaboren con otras
instituciones en el fortalecimiento de la familia y la conversión y renovación
de las instituciones para que se pongan al servicio de la persona y de las
familias.
Estamos
convencidos de que dichos lineamientos pastorales responden a las exigencias
que nos plantea la realidad y que trabajar sobre éstos ayudaría a disminuir los
aspectos negativos que sufre el matrimonio y la familia; e incluso podríamos
revertirlos en algún momento.
Nos llena de esperanza el hecho de que
al menos los primeros tres puntos podrán ser implementados a partir del mes de
octubre; fecha en la que entrará en vigor el Decreto promulgado el 25 de marzo
por el Señor Obispo Felipe Salazar; y mediante el cual se presenta la «NUEVA ESTRUCTURACIÓN DE LAS CATEQUESIS PREVIAS AL
MATRIMONIO», para
efecto de que se unifiquen en todas las Comunidades de la Diócesis los
itinerarios de las catequesis prematrimoniales dando los siguientes pasos:
1º.-
Cada Parroquia debe ofrecer la catequesis prematrimonial.
2º.-
El contenido de esta catequesis debe abarcar todos y cada uno de los temas del
subsidio: Edificar una vida Juntos «Preparación
inmediata al Sacramento del Matrimonio», ofrecido por la Conferencia del Episcopado
Mexicano.
3º.-
Debe exponerse a los novios un solo tema por sesión semanal.
Ojalá que
los esfuerzos que llevan y lleven a cabo los agentes de pastoral familiar para
ofrecer la Catequesis Prematrimonial en los términos indicados por nuestro
Señor Obispo, ayuden a recuperar el sentido cristiano del matrimonio y la
familia y permitan que los esposos experimenten en su vida matrimonial la
gracia que nace del Sacramento.
[1]AAVV.,
Derecho Canónico II: El derecho en la
misión de la Iglesia, BAC, Madrid, 2006, 122.
[2]Encuesta
de Capital Social en el Medio Urbano (2006); Encuesta Nacional de Familia y
Vulnerabilidad (2006); Encuesta Nacional
Urbana sobre la Familia como Recurso de la Sociedad (2011); Encuesta Nacional
sobre la Dinámica de las Familias (2005) ; Encuesta Nacional sobre Cultura
Política y Practicas Ciudadanas (2008); Encuesta Nacional de la Juventud (2005); Encuesta Nacional de Valores (2010).
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