martes, 28 de abril de 2015
Padre Victoriano Villaseñor Bienvenido a la casa del Padre
En una solemne concelebración
Eucaristía en el templo parroquial del Espíritu Santo de Tepatitlán la
comunidad diocesana agradeció a Dios el don de la vida y el ministerio
sacerdotal del padre Victoriano Villaseñor Jiménez, confiados en que ahora está
gozando del premio de la vida eterna. El padre Victoriano nació el 2 de
noviembre de 1957 en Tepatilán de Morelos, Jalisco. Fue ordenado sacerdote el 1
de mayo de 1993 y desempeñó su ministerio sacerdotal en La concelebración eucarística, con cerca de
150 sacerdotes y un gran número de feligreses venidos de distintas partes de la
diócesis de San Juan y fuera de ella, fue presidida por el obispo de la
diócesis de Tacámbaro, monseñor Gerardo Díaz, quien, antes de ser obispo, fue
compañero en el ministerio del padre Victoriano, en la parroquia de María,
Reina y Madre de los Campesinos, en Tepatitlán. Partiendo de diversos textos
bíblicos, el padre Rafael Domínguez, quien pronunció la homilía ayudó a la reflexión
sobre el sentido de la muerte para un cristiano: “San Pablo, escribiendo a los
Filipenses a cerca de su propia muerte
dice “conforme a lo que aguardo y espero, que en modo alguno seré confundido;
antes bien, que con plena seguridad, ahora como siempre, Cristo será
glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues para mí la vida es
Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para
mí trabajo fecundo, no sé qué prefiero, me siento apremiado por las dos partes;
por una parte deseo morir y estar con Cristo, lo cual es ciertamente lo mejor
para mí; más por otra parte quisiera quedarme en la carne, porque eso sería
mejor para ustedes”. “El apóstol nos
presenta - continuó el padre Rafael -
los dos o tres primeros pensamientos que surgen en nuestra mente ante la
muerte. Como seres humanos tenemos esta alternativa: vivir o morir. Vivir para
la carne o morir para la carne y vivir para el Señor. Victoriano ¿qué hubiera
preferido? No lo sé, solo sé que ahora ha muerto para la carne pero que estaba cumpliendo su ministerio como
sacerdote, sencillo, alegre, en su parroquia y en su decanato, con su comunidad
y sus compañeros sacerdotes”. La comunidad de Cañadas de Obregón, lugar donde ejercía
últimamente su ministerio sacerdotal el padre Victoriano, ha llorado en poco
tiempo la muerte de dos de sus sacerdotes. En abril de 2013, luego de un
trágico accidente falleció el padre Roberto Pablo, y ahora, dos años después a
causa de un infarto muere el padre Victoriano. Dirigiéndose a sus familiares,
el padre Rafael expresó: “Si hay un dolor en la muerte es el que nosotros
sentimos por la muerte, pero nuestro seres queridos que se van, ya no sufren,
para ellos no hay dolor, el dolor es
para quienes nos quedamos. Ellos han pasado a la presencia del Padre. Subrayo
las palabras que hoy se nos han proclamado bellamente del libro de la
Sabiduría, capítulo 3:`En cambió, la almas de los justos están en las manos
de Dios, no les alcanzará tormento alguno.
A los ojos de los insensatos
pareció que habían muerto, se tuvo por quebranto su partida de entre nosotros ,
pero ellos están en paz ́”. Al final de la concelebración el señor cura Alberto Villaseñor, hermano del padre
Victoriano, expresó su gratitud ante las muestras de fraternidad sacerdotal y
la solidaridad de las personas de las distintas comunidades que se mantuvieron
durante estos días en oración. El Mensajero Diocesano se une a la acción de
gracias por la vida y el ministerio sacerdotal del padre Victoriano y ora por
sus familiares y amigos.
San Pedro Esqueda
En la ciudad de San Juan de los
Lagos, Jal., el 29 de abril de 1887, nació Pedro Esqueda, hijo de Margarito
Esqueda y Nicanora Ramírez. El mismo día de su nacimiento recibió el santo
bautismo, y la confirmación, menos de tres meses después, el 10 de julio
siguiente. Sus padres fueron pobres, pero profundamente cristianos, de manera
que criaron al niño en el santo temor de Dios, lo que hizo que toda su vida se
conservara en la inocencia y santa simplicidad de costumbres. A los cuatro años
de edad inició su instrucción en una escuela privada, regida por la maestra
Piedad; en ella aprendió las primeras letras, en la cartilla, durante dos años.
A los seis años ingresó a la llamada “Escuela del Santuario”, dirigida por el
profesor Pedro Márquez. Ahí curso los seis grados de instrucción primaria. Fue
un alumno aprovechado, con buenas calificaciones y, a veces, premios en las
materias. Era un niño sencillo, pacífico; no se le vio reñir, ni molestar a
nadie. Mientras estuvo en esta escuela formó parte del grupo de acólitos y del
coro de la Basílica, así que una semana servía al altar y otra se integraba al
coro. Era un niño piadoso, rezaba diariamente un rosario él solo y otro con su
familia, en casa. Su diversión principal era levantar altares pequeños, con
todo lo necesario para el culto, y él, con un compañero llamado Mardonio,
imitaba la celebración de la Santa Misa. Muy “contento y alegre”, a los ocho
años de edad, se acercó a recibir por primera vez la Sagrada Comunión, en la
fiesta del Sagrado Corazón de 1895. Al terminar la instrucción primaria no
continuó estudiando, sino que se ocupó de trabajar en una zapatería, hasta que
le externó a su padre, un día, el deseo que abrigaba de entrar al Seminario
para llegar a ser sacerdote. Fue matriculado en el Seminario Auxiliar que
funcionaba en la misma ciudad de San Juan de los Fagos. Ahí estudió los cursos
de Humanidades y dos de Filosofía. “Sobresalió, en el Seminario; era muy
estudioso”. Después de seis años en el Seminario Auxiliar, por orden de los
superiores pasó, en 1908, a estudiar al Seminario Diocesano de Guadalajara. Ahí
cursó el tercer año de Filosofía y los cursos de Teología. Recibió las órdenes
sagradas hasta el diaconado. En 1914, al desatarse la persecución carrancista,
el Seminario fue clausurado e incautado su edificio. Los seminaristas lo
abandonaron. Tuvo que refugiarse en San Juan de los Lagos. Ahí prestó servicios
ministeriales a la parroquia, colaborando con el párroco, hasta que un día fue
llamado a Guadalajara. En esta ciudad, en el oratorio público del Hospital de
la Santísima Trinidad, recibió la ordenación sacerdotal el 19 de noviembre de
1916.
Seis días después, por orden de
la autoridad eclesiástica competente, fue nombrado vicario cooperador de la
parroquia donde había nacido, con el encargo de que, si fuera necesario,
impartiera clases en el Seminario Auxiliar del lugar. Con gran gozo y regocijo
de toda la feligresía, cantó su Primera Misa en el Santuario de Nuestra Señora
de San Juan de los Lagos, el primero de diciembre del mismo año. Inició luego
su ministerio sacerdotal, que ejerció durante, once años en esa parroquia de
San Juan. Los feligreses lo recuerdan
como un sacerdote ejemplar, humilde y lleno de caridad, con grandísimo celo,
especialmente con los niños”.Tenía caridad con los pobres: jamás se le vio
contrariado o de mal humor. Fue muy devoto de la Eucaristía, su párroco
recuerda: “...lo vi haciendo devotamente oración ante el Santísimo
Sacramento”.Organizó una asociación llamada “Cruzada Eucarística”, para
impulsar a los niños en el amor y devoción a Jesús Sacramentado. Ponía empeño
especial en preparar a los niños que por primera vez se acercaban a la
comunión. Amó entrañablemente a la Santísima Virgen María y motivó
especialmente a los niños a que también la amaran. En 1926 se recrudeció en
México la persecución contra la Iglesia. El Presidente de la República, en su
modo de proceder, manifestaba una apasionada decisión de acabar con la Iglesia.
Los Obispos mexicanos, como última medida de protesta y defensa, decidieron
cerrar los templos y suspender el culto público. La administración de los
sacramentos y el ministerio sacerdotal se realizaba ocultamente, en los
hogares. Entonces las fuerzas del Gobierno desplegaron una tenaz persecución
contra los sacerdotes de todo el país. El Arzobispo de Guadalajara aprobó que
los sacerdotes que gustaran se escondieran, aun dejando sus puestos. En la
ciudad de San Juan de los Lagos, el párroco y los sacerdotes se ocultaron en
diversos lugares. El padre Esqueda, también escondiéndose, quedó al frente de
la parroquia por encargo del señor Cura. En diversas casas, y algunas veces
fuera de la ciudad, se ocultaba, y en esos lugares ejercía su ministerio
sacerdotal. En los primeros días de noviembre de 1927, se refugió en
Jalostotitlán, Jal. Decidió volver a la ciudad de San Juan de los Lagos para
cumplir sus deberes ministeriales. Se hospedó en el Hospital del Sagrado
Corazón. Solicitó asilo en alguna otra casa, que le negaron por miedo a las
represiones del Gobierno; por lo cual se volvió a la casa de la familia Macías,
donde había estado por algún tiempo. Las dos hermanas de sacerdote, Valeria y
María del Refugio, le indicaron que era peligroso volver a una casa donde había
estado antes; que ahí lo buscarían nuevamente, y le suplicaban saliera de la
ciudad, a lo que contestó:“Dios me trajo, Dios sabrá”. Ahí se quedó. Tenía
planeado salir de San Juan el 18 de noviembre, día en que lo aprehendieron.
Habían abierto en el piso, en el
lugar donde estaba su cama, un agujero. Era un escondite pequeño. Ahí ocultaron
los ornamentos y todo lo necesario para la celebración de la Eucaristía, como
también algo del archivo parroquial, y dejaron un espacio pequeño para que
pudiera esconderse el padre. El 17 de noviembre, un sobrino del P. Pedro y
otras dos personas vinieron, ya anocheciendo, a comunicarle que peligraba
estando en la casa donde habitaba; que saliera de la ciudad. El contestó: “Dios
sabrá”. Entrada la noche, se fue a la habitación que servía de oratorio y se
guardaba el Santísimo Sacramento, invitó a toda la familia a participar y
dirigió una meditación. Fue una reflexión de preparación a la muerte. Se vio,
dice una de las personas presentes, ” que estaba dispuesto a morir”. Al
terminar agradeció, muy atentamente, la hospitalidad que le habían prestado. Al
día siguiente, 18 de noviembre, celebró la Santa Misa con mucho fervor. Después
de las últimas oraciones, tomó un crucifijo y lo besó con mucha devoción, y
después del desayuno entonó unos cánticos a media voz, al Sagrado Corazón de
Jesús, con su semblante muy alegre. Avanzaba la mañana cuando se escucharon
unos fuertes golpes en la puerta de entrada a la casa. La señorita María del
Refugio, de la familia donde se hospedaba el padre, fue a ver quién tocaba. Era
la hermana del padre Pedro, que daba aviso de estar ya a la puerta los
soldados. Así era. Habían rodeado la manzana y otros habían subido a las
azoteas vecinas. El padre Pedro apenas tuvo tiempo de entrar a la excavación,
preparada como escondite, taparla con unas tablas y poner encima una alfombra.
En seguida se oyeron otros fuertes golpes en la puerta. Fue la señorita
Florentina a abrirla. Era el teniente Santoyo acompañado de cuatro soldados.
Sin decir nada, entraron violentamente a la casa. La empezaron a revisar y
llegaron al sitio de la excavación. El teniente ordenó a los soldados remover
la alfombra y las tablas. Encontrando al padre, le ordenaron salir. “Lo sacaron
a puros golpes y malas palabras”, amenazándolo con que lo fusilarían por ser
sacerdote. Llegó luego el coronel González Romero con otro buen número de
soldados. Hizo algunas preguntas al Padre Esqueda y, con furia, le golpeó una
mejilla, abriéndole una herida que manó sangre. Le dio varios golpes con un
fuete, que también le hirió la cabeza. A empujones le indicó que marchara. Fue
tan fuerte uno de los empujones, que lo hizo caer al suelo, en el pequeño patio
de la casa. Se lo llevaron a la Abadía, (casa del Abad, contigua a la Colegiata
de Nuestra Señora de San Juan) que el ejército había con vertido en cuartel.
Ahí metieron al Padre Esqueda a un cuarto oscuro, teniéndole incomunicado.
Durante su prisión... lo
azotaban diariamente. La
encargada del Orfanatorio del Sagrado Corazón, Gertrudis del Espíritu Santo,
que con valor fue a llevarle los alimentos, afirma que “oyó los golpes que le
descargaban y los tremendos azotes. Antes de que lo mataran ya estaba por
terminar su vida con tanto que lo martirizaban”.Ahílo tuvieron prisionero hasta
el 22 de ese mes de noviembre de 1927. Ese día la tropa toda se movía al pueblo
de San Miguel el Alto. Se llevaron al Padre Esqueda consigo. Lo sacaron de la
casa-prisión a empujones y golpes. Uno de los empujones, al bajar la escalera
de la Abadía, fue tan fuerte que lo arrojó al suelo, quebrándosele el brazo
derecho. El soportaba callado.“Sufrió las molestias y tormentos que le dieron
antes de morir, en silencio, manifestando tranquilidad de ánimo al salir para
el lugar del tormento”.Se lo llevaron a pie hasta la salida de San Juan de los
Lagos. Algunos niños lo acompañaron, y con uno de ellos mandó un recado a sus
hermanas, y algunas cosas. Lo subieron a un caballo, atándole con una soga los
brazos. El Padre Esqueda, a caballo, vigilado por los soldados, caminó hasta
llegar al poblado de Teocaltitán, cercano a San Miguel el Alto. Lo bajaron del
caballo y a pie cruzó el poblado hasta las afueras de él. Ya en el campo,
llegaron a un lugar donde estaba un mezquite que en sus ramas tenía colgado
rastrojo, (lo que llaman un tapanco o almear). El Coronel Santoyo ordenó al prisionero
que subiera al mezquite hasta donde estaba el tapanco de rastrojo. El Padre
Esqueda, con infinita humildad, sin decir palabra, intentó cumplir lo que se le
ordenaba. Mas no pudo hacerlo, ya que tenía el brazo derecho roto y no podía
hacer fuerza. Hizo varios intentos de subir pero no pudo. ¿Qué intentaba el
Coronel Santoyo con hacer que el sometido subiera al tapanco? El que estuvo
presente oyó la orden del Coronel y vio los esfuerzos que el Padre Esqueda
hacía por cumplir la orden; pensó que lo que intentaba era darle muerte
quemándole vivo, incendiando el almear cuando el padre estuviera sobre él. Esta
versión la aceptaron todos y fue la que corrió entre los fieles de la región.
Injurió el Coronel al sacerdote por no subir al tapanco y sacó entonces la
pistola, descargando tres tiros sobre el padre Esqueda. Uno le entró en la
mandíbula y salió en el cráneo y dos en el costado izquierdo. Cayó muerto con
“el brazo derecho exten-dido hacia arriba, y el izquierdo en el pecho”. “Eran
entre una y dos de la tarde”, del 22 de noviembre de 1927. Los habitantes del
poblado de Teocaltitán recogieron el cuerpo del mártir la tarde de ese día. Lo
tuvieron en un salón de la escuela del pueblo y al siguiente día en la tarde le
dieron sepultura en el panteón del lugar
jueves, 23 de abril de 2015
lunes, 20 de abril de 2015
Santo Toribio Romo González
Nació en Jalostotitlán el 16 de abril de 1900. A los 13 años
inició sus estudios en el seminario auxiliar de San Juan de Lagos, y en 1920
ingresó al seminario de Guadalajara. Se dedicó de lleno a los estudios y se
inscribió en la Acción Católica en la que se distinguió por su actividad en
obras católico-sociales. Fue ordenado sacerdote en 1922. Su primer destino fue
Sayula, después Tuxpan, Yahualica, Cuquío y Tequila. Se dedicaba especialmente
al catecismo y a preparar primeras comuniones colectivas, también se dedicó al
apostolado con obreros. Propagó la devoción eucarística por medio de la
"cruzada eucarística". La persecución le obligó a vivir una vida de
nómada junto con su párroco Justino Orona. Fundó su centro de actividades en
una fábrica abandonada a mitad de una hermosa barranca, y acudía por la noche a
la ciudad de Tequila. Al amanecer del 25 de febrero de 1928 una tropa de
federales y agraristas irrumpió en la casa y en la habitación del padre. Al
reconocerlo lo acribillaron en medio de insultos; los soldados le quitaron el
traje, y llevaron el cadáver a tequila donde lo tiraron frente a la presidencia
municipal. Después de 20 años sus restos regresaron a su pueblo natal y fueron
colocados en la capilla construida por él. Fue beatificado el 22 de noviembre
de 1992 y canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo d
el 2000.
lunes, 13 de abril de 2015
Santo Sabás Reyes
Sus padres eran
Norberto Reyes y Francisca
Salazar. No eran
gente acomodada. Todo
lo contrario, su
familia pasaba verdaderamente por
muchas estrecheces económicas. Por ello el muchacho Sabás tuvo que empezar a
ganarse el pan muy pronto.
La extremada pobreza de sus padres lo obligaba a ello. Desde
niño trabajó de papelerito voceador de periódicos en Guadalajara. Pero nuestro
Señor Jesucristo lo tenía destinado para ser vocero de su Evangelio. Se le
abrieron así las puertas del seminario de Guadalajara.
Pronto las dificultades se dieron cita en la vida del joven
seminarista. Sabás no sobresalía por sus dotes intelectuales. Era, lo que se
suele decir, escaso en ellas, o de cortas luces. Lo habían notado los
superiores del seminario.
Al rector no
se le ocurrió
otra cosa que
aconsejarle cambiar de seminario
y lo recomendó
ante la diócesis
de Tamaulipas, necesitada
de sacerdotes y que parece ser se contentaba. Allí acabaría sus estudios
de formación para el sacerdocio y allí
sería ordenado sacerdote
el día de
Navidad de 1911
por el obispo
de Tamaulipas, y había celebrado su primera misa el 6 de enero de 1912 en
el templo de Nuestra Señora de Belén, en Guadalajara, Jalisco.
Le tocará vivir su sacerdocio en algunos de los lugares más
castigados por la persecución anticatólica. Comenzó precisamente su ministerio
sacerdotal en la localidad de Tantoyuca de aquella diócesis. Pero allí duraría
poco, pues la persecución religiosa que enseguida zarandeó casi todo México
llegó también con vehemencia a Tamaulipas en 1914, por lo que el joven
sacerdote se vio obligado a volver a su tierra natal. Aquí fue mandado a varios
lugares: San Cristóbal de la Barranca, Plan de Barrancas, Hostotipaquillo y
Atemajac de Brizuela, y en 1919 pasó a la parroquia de Tototlán, para colaborar
con el señor cura Francisco Vizcarra Ruiz, primero como capellán de la hacienda
de San Antonio de Gómez y después en 1921, en la cabecera parroquial. Y fue en
Tototlán donde el padre Sabás tendrá que dar su testimonio cabal de Cristo. A
partir de agosto de 1926 las cosas se pusieron muy feas por doquier para los
sacerdotes y para los católicos. Con el culto suspendido en los templos de toda
la República, el párroco de Tototlán se retiró del pueblo y quedó el padre
Sabás con el encargo de administrar los sacramentos. Pero también Tototlán era
uno de los lugares más significados en la lucha cristera y por ello de los más
castigados por la federación, cuando lo invadía, y perpetraba en la población
todo género de desmanes.
Los combates entre
los soldados del gobierno y los defensores cristeros estaban a la orden del
día, y casi siempre los federales llevaban la de perder ante la fuerza moral y
las motivaciones de los cristeros, no obstante su escasez de medios y su gran
pobreza. Como los sacerdotes eran perseguidos a muerte, el padre Reyes tuvo que
esconderse. Incluso algunos buenos vecinos le sugerían que mejor se fuera de
Tototlán porque si lo agarraban lo iban a matar seguramente. Sin embargo el
padre Sabás contestaba siempre lo mismo: “Tengan fe”.
A mí me dejaron de encargado y no sale bien irme. Dios sabrá.
Me ofrecen ayuda en otras partes, pero me dejaron y aquí esperamos, a ver qué
Dios dispone”.Murió el 13 de abril, ciertamente el sacerdote sufrió
literalmente los tormentos de la pasión del Señor, un mar de penas y tormentos
en aquel miércoles Santo de 1927. Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 en
Roma, y canonizado el 21 de mayo de 2000, Año Santo Jubilar, por el Beato Juan Pablo
II.
Dentro de las celebraciones de la
Semana Santa, el martes 31 de marzo se realizó
la Misa Crismal, en la Parroquia de la Sagrada Familia en San Miguel el
Alto, Jalisco.
La Misa Crismal es la Epifanía o
manifestación de la Iglesia (SC 41), Cuerpo de Cristo, orgánicamente estructurado, que en los varios misterios y
carismas expresa, por la Gracia del Espíritu Santo, los dones nupciales de
Cristo a la Iglesia su esposa, que camina en el mundo.
Dentro del marco del "Año de
la Vida en Cristo y del Comportamiento Social Cristiano", ligado al
festejo de los 150º aniversario de la Arquidiócesis de Guadalajara, y en
consonancia con el "Año de la Vida Consagrada", todo el Presbiterio
Diocesano de San Juan de Los Lagos, y Presbíteros religiosos renovaron sus promesas sacerdotales en la Celebración de
la Misa Crismal, presidida por el Señor
Obispo Felipe Salazar Villagrana,
quien como Pastor de esta diócesis bendijo el óleo de los enfermos y el de los
catecúmenos, así como consagró el Santo Crisma, oleo de la unción que conecta a
los cristianos en la diversa ritualidad sacramental que los constituye reyes,
sacerdotes y profetas, de ahí que a esta concelebración se le llame Misa
Crismal.
Dentro de la Homilía el Obispo
nos recordó el mensaje del Papa Francisco sobre la vida consagrada, que “La
vida Consagrada es un signo vivo dentro de la Iglesia”
Menciono que dentro de la
Diócesis existen alrededor de 400 consagrados, 7 instituciones masculinas, 33 instituciones Femeninas, 4 monasterios.
Invito a todo el sacerdote y
Laicos a incrementar la Oración con la acción, recordando los focos focales del
V Plan Diocesano de Pastoral.
Ha esta celebración asistieron a
los Delegados de las comunidades parroquiales de la diócesis así como algunos
religiosos(as) y laicos, pidiendo al Señor de la historia vivamos según la
Doctrina Social de la Iglesia, promoviendo la anhelada paz.
Cabe destacar el la participación
del magistral coro de Música Litúrgica de la Diócesis acompañó la celebración.
Sandra Padilla
Misa Crismal
Dentro de las celebraciones de la
Semana Santa, el martes 31 de marzo se realizó
la Misa Crismal, en la Parroquia de la Sagrada Familia en San Miguel el
Alto, Jalisco.
La Misa Crismal es la Epifanía o
manifestación de la Iglesia (SC 41), Cuerpo de Cristo, orgánicamente estructurado, que en los varios misterios y
carismas expresa, por la Gracia del Espíritu Santo, los dones nupciales de
Cristo a la Iglesia su esposa, que camina en el mundo.
Dentro del marco del "Año de
la Vida en Cristo y del Comportamiento Social Cristiano", ligado al
festejo de los 150º aniversario de la Arquidiócesis de Guadalajara, y en
consonancia con el "Año de la Vida Consagrada", todo el Presbiterio
Diocesano de San Juan de Los Lagos, y Presbíteros religiosos renovaron sus promesas sacerdotales en la Celebración de
la Misa Crismal, presidida por el Señor
Obispo Felipe Salazar Villagrana,
quien como Pastor de esta diócesis bendijo el óleo de los enfermos y el de los
catecúmenos, así como consagró el Santo Crisma, oleo de la unción que conecta a
los cristianos en la diversa ritualidad sacramental que los constituye reyes,
sacerdotes y profetas, de ahí que a esta concelebración se le llame Misa
Crismal.
Dentro de la Homilía el Obispo
nos recordó el mensaje del Papa Francisco sobre la vida consagrada, que “La
vida Consagrada es un signo vivo dentro de la Iglesia”
Menciono que dentro de la
Diócesis existen alrededor de 400 consagrados, 7 instituciones masculinas, 33 instituciones Femeninas, 4 monasterios.
Invito a todo el sacerdote y
Laicos a incrementar la Oración con la acción, recordando los focos focales del
V Plan Diocesano de Pastoral.
Ha esta celebración asistieron a
los Delegados de las comunidades parroquiales de la diócesis así como algunos
religiosos(as) y laicos, pidiendo al Señor de la historia vivamos según la
Doctrina Social de la Iglesia, promoviendo la anhelada paz.
Cabe destacar el la participación
del magistral coro de Música Litúrgica de la Diócesis acompañó la celebración.
Sandra Padilla
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