martes, 8 de noviembre de 2016

CONSAGRACIÓN DEL PUEBLO DE YAHUALICA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Y AL INMACULADO CORAZÓN DE MARIA




             La tarde del 29 de octubre de 2016 quedará grabada en los corazones de los yahualiscenses, ya que nos reunimos como pueblo para consagrarnos a los  Sagrados Corazones de Jesús y María.
            Desde las 4 pm comenzaron a llegar personas a la plaza de toros, lugar donde se llevó a cabo la celebración; luego se rezó un rosario misionero  donde los niños del Colegio La Paz participaron emocionados. Para animar el momento, el coro del grupo de Renovación  nos hizo poner de pie, aplaudir, y cantar a Nuestro Señor.
            Con este evento se clausuró tanto la Misión en la cual visitamos las casas de la población y rancherías, así como la Semana de la Familia,  la cual fue notoria la respuesta en los grupos; fue un verdadero trabajo tanto de sacerdotes como de los agentes de pastoral.
            Antes de la celebración eucarística, tuvimos la intervención de la Sra. Adriana Ruvalcaba Mejía y el Sr. Humberto, quienes compartieron motivaciones y reflexiones que crearon un ambiente propicio para participar activamente en la Santa Misa.
            Con alegría recibimos una reliquia de San José Sánchez del Río que nos visitó para todavía dar más realce a la ceremonia.
            En el estrado que se acondicionó para la celebración, se colocaron las imágenes de la Inmaculada Concepción y la del Señor del Encino. Se hicieron presentes, los cuatro sacerdotes de nuestro pueblo que colaboran en las dos parroquias: Sr Cura Santiago López Vázquez, Sr cura Fco. Javier González Glez., Pbro. Saúl Legazpi Sandoval y el Pbro. José Brígido Pérez Gutiérrez.
            Al iniciar la Eucaristía el sr cura Fco. Javier explicó el significado de una consagración  y del compromiso que adquirimos al consagrarnos. Presidió la Santa Misa el sr cura Santiago y algunas de las cosas que compartió en su reflexión, fueron las siguientes: “Nuestro lugar está en el Corazón de Dios. Consagrarnos significa que queremos pertenecerle a ellos, es un momento muy significativo  porque está por concluir el Año de la Misericordia.  Esto no es un espectáculo, es un momento de gracia y conversión.  Gracias a los agentes de pastoral por la semilla que han sembrado y que sin duda alguna, va creciendo.
 Nuestro pueblo tiene necesidad de la Misericordia, Jesús y María son comunidad de amor, por eso nos consagraremos a ellos; el Corazón de María fue el primero en amar al Corazón de Jesús y ella como educadora, modeló el corazón de su hijo; en el Corazón de Jesús se refleja el Corazón de su Madre.  Él, con su sangre derramada, nos compró para Dios y por el bautismo somos más suyos todavía. 
En la consagración, entregamos a Jesús y a María, nuestra alma y cuerpo; le entregamos nuestras luchas, fatigas, vocación, familia, vida… Al consagrarnos, le decimos a ellos que Sí; pero solamente el amor de Dios puede mover a un amor más desinteresado; nos comprometemos a amar más a nuestros hermanos, a cumplir los mandamientos de Dios, llevaremos la cruz de cada día y haremos actos de reparación.  No es una fórmula mágica que nos librará del mal o el sufrimiento, consagrarnos es un acto de amor donde nos comprometemos a cambiar nuestra vida, como a Zaqueo,  nos dice el Señor: ¡Bájate! Hoy quiero hospedarme en tu casa, entrégame tu corazón… así como está. Señor, nos consagramos hoy a Ti y a tu Santísima Madre, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
Al terminar la celebración, el Pbro. Saúl nos invitó a ponernos de rodillas para todos juntos repetir la oración de consagración… Fue un emotivo momento donde con humildad nos arrodillamos y a una voz, como pueblo, oramos.
Después de la bendición, acompañamos las imágenes de la Virgen y del Sr. Del Encino a sus respectivos templos parroquiales en medio de música, cohetes y luces de colores que en el cielo se expandieron…
Ojalá se note nuestro compromiso hacia Dios con nuestros actos y así Yahualica poco a poco sea un pueblo más unido donde se viva día a día la misericordia.

Por: Luz Ma. Mora Gómez



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