martes, 17 de junio de 2014

MES DE MAYO, MES DE MARÍA, MES DE SAN JUAN DE LOS LAGOS.


“Crónica de unas fiestas singulares a la Virgen María”
Una tradición centenaria le ha dedicado a la Virgen María el mes de mayo. Y ¿por qué de mayo? Porque es, para nosotros, el mes de las flores. Porque es el mes en que las más bellas flores se dan en nuestros huertos. Ahora, en nuestros tiempos, más se ha justificado mayo, por ser el 10, día de la Madre, siendo María la Madre de todas las Madres y el mejor modelo de madre.
Y la honra a la Madre de Dios y Madre nuestra, en mayo, se hizo ofreciéndole flores. Y con las flores, las flores del rosario. Y más prendió esta devoción, porque el rosario, en aquellos tiempos, antes del Concilio Vaticano II, llenaba con él, el mejor tiempo de la tarde, aún sin misas vespertinas. En mayo, se inventó el ofrecimiento de flores en el rosario para fomentarlo, sobre todo a las pequeñas niñas, que vestidas de blanco, como “almas en gracia” empezaban a gorjear el rosario.
En el marco de esta muy piadosa y bella tradición mariana de mayo, el pueblo de San Juan de los Lagos, que tenía fiestas marianas para todos: el 8 de diciembre la Inmaculada Concepción, la Virgen de la Candelaria el 2 de febrero y la Asunción de María el 15 de agosto, escogió la suya, y bien le pareció, no un triduo, ni un novenario, ni quincenario, sino todo el mes de mayo con sus 31 días.
Así, pues, tiene muchísimos años el pueblo de San Juan de los Lagos de venir celebrando a Nuestra Señora de San Juan, el mes de mayo.
Pero y ¿qué hace San Juan de los Lagos, con mayor singularidad que todos nuestros pueblos de los Altos de Jalisco? San Juan de los Lagos se distingue por: sus flores, sus cantos, sus monos y su larga letanía de familias y de gremios que participan.
LAS FLORES: Nunca como en mayo, el altar de la Virgen de San Juan queda lleno de flores sin interrupción y en abundancia. Las manos artistas de mujeres sanjuanenses van bordando de flores sobre el verde musgo, bellas filigranas de monogramas, sobre todo, marianos. Es una fiesta y tradición reunirse en casa, cada familia con sus invitados a tejer estos arreglos,  en alegre convivencia y parloteo, terminando siempre con una exquisita comida para todos, para luego ir a colocar, los nuevos adornos, sobre los candeleros y blandones del altar. Las flores son también la fresca y perfumada ofrenda que llevan, como peregrinos, a la Virgen de San Juan, todos los gremios y la armada de blancos y traviesos angelitos a la hora del rosario solemne y vespertino.
LOS CANTOS: En mayo, desde la madrugada hasta la noche, hay mañanitas dulces y añejas que evocan el cantar de siglos de peregrinos en este santuario. Hay hermosísimas tonadas, románticas y armónicas, que hablan con mucho sentimiento de María. Son verdaderas joyas musicales, unas autóctonas, y otras, de casi anónimos compositores piadosos y geniales. Al oírlas se nublan los ojos de lágrimas y se estremece el corazón buscando a la Madre, sobre cuando todo el concierto siempre termina, con la canción LA MANDA, cada día más, el himno de la Virgen de San Juan.
LOS MONOS: Vieja tradición traída de España, en los tiempos de la Nueva España, el México Colonial,  Gigantillas, Mojigangas o Monos que desde su altura y disfraz, anuncian y hacen la fiesta. Desfile profano con el séquito de la ruidosa y rítmica banda que hace bailar aquellas gigantescas caricaturas, seguidas por una parvada de niños danzarines que baila su cuerpo y asoman sus ojos, mientras todo el pueblo, todos los días disfruta viendo pasar el desfile.
LOS GREMIOS: El pueblo se divide en 31 gremios y 31 familias devotas, que tienen su manda de tomar un día de mayo para agradecer los favores recibidos. Estos 31 días de visitar a la Virgen, de obsequiarla con flores, de aplaudirle y rezarle con mayor vehemencia, hace pensar que son el retablo más largo que agradece el milagro cotidiano que Dios les hace con su divina providencia, gracias a la Virgencita de San Juan.
Y precisamente termina, cosa inaudita, con el último gremio, compuesto por todo el clero de catedral, todas las religiosas que sirven en catedral y por todos los trabajadores laicos que ahí laboran. Como todos, cantan las mañanitas, entran de rodillas, ofrecen flores, aplauden, conviven y cantan al final “la Manda”, porque todos se sienten el pueblo de San Juan que tiene la dicha de ser, también, DE LA VIRGENCITA DE SAN JUAN.
Atte. Sr. Cango. P. Jaime E. Gutiérrez.


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