Aunque la Fiesta de la Candelaria
la celebraban los indios en su Pueblo de San Juan, nunca fue la fiesta titular
de Nuestra Señora de San Juan. Al dar su informe el Capellán Mayor D. Nicolás
de Arévalo, en 1681, hablando de las fiestas más antiguas de los indios de San
Juan, esto comenta: “Los indios de este Pueblo celebran las siguientes
(fiestas): El día de San Juan Baptista, Titular de este Pueblo, celebran fiesta
con Vísperas y Misa, y el día después Misa de Aniversario; el día de la
Presentación de Nuestra Señora, día en que mudan Prioste y Mayordomo celebran
fiesta con Vísperas y Misa, y el día siguiente Misa de Aniversario.” (P.
Florencia n. 198). Históricamente, es a partir del primer milagro, en 1623, que
fue conocida esta milagrosa imagencita, como “la Virgen de San Juan” y, desde
entonces así ha sido aclamada como Nuestra Señora de San Juan de los Lagos.
Pero, el original nombre de esta
Virgencita de San Juan, que exhibe la misma imagen, es el nombre de la
Inmaculada Concepción, venerada por los indígenas desde 1542, a quienes ellos
simplemente llamaban “Cihuapilli” (Señora Celestial).
El título de Inmaculada
Concepción fue dado oficialmente, en 1666, por el Señor Obispo de Guadalajara
Francisco Verdín de Molina. A partir de entonces la fiesta más sonada y
concurrida hasta mediados del siglo XIX fue la fiesta del 8 de diciembre,
fiesta de la Inmaculada Concepción. Mejor conocida, no sólo por los muchos
milagros de la Virgen de San Juan, sino por la famosa feria de San Juan, que en
torno a esta fiesta se llevaba a cabo, y
que llegó a ser la más importante de América en el México Colonial.
Entonces se preguntarán muchos de
ustedes ¿cómo es que ahora la fiesta de la Candelaria es la que más reúne
devotos peregrinos, en tan gran número que, según las cuentas del departamento
de turismo, en los días cercanos al dos de febrero, transitan cerca de dos
millones de peregrinos?
La historia de este drástico
contraste entre la fiesta del 8 de diciembre que hoy reúne a unos pocos miles,
y la fiesta del 2 de febrero, que hoy reúne a dos millones de gentes, en sus
orígenes, no se dio este cambio, de “golpe y porrazo”, sino lentamente como el
venero de agua que llega a convertirse en un caudaloso río, con todos los
afluentes que se le van agregando en su camino.
La historia de este cambio en la
afluencia de peregrinos, de una fiesta a otra, comienza en 1869, precisamente
en las vísperas de la fiesta de la Virgen de San Juan, el 8 de diciembre, en el
año en que se conmemoraba el primer centenario de su traslado de la Sagrada
Imagen, de su segundo santuario a su tercero.
En 1869, la fiesta de la
Candelaria era una fiesta que, desde antaño se celebraba como una fiesta
mariana más del santuario, sin relieve ni aparato, ni congregación mayor de
gente para celebrarla que el ordinario en un santuario tan concurrido como era
el de San Juan.
Sucedió, en esa ocasión, que el
vecino y primer Obispo de León, Guanajuato, D. José María Diez de Sollano, al
ser invitado a la magna celebración, le tocó palpar el esplendor profano de la
Feria que abarcaba 15 días, teniendo como centro el 8 de diciembre. Pero, al mismo tiempo, “se dio cuenta sin
duda el Ilustrísimo Prelado de que el vicio y la inmoralidad más refinados se
habían infiltrado, por decirlo así, en la feria de San Juan, causando estragos
terribles en las costumbres”. Así opinaba el Historiador de San Juan, Pedro
María Márquez.
Y continúa diciendo: “Esto fue
motivo suficiente para que el Ilustrísimo Señor comenzara desde entonces a inculcar
a sus diocesanos la resolución de cambiar sus peregrinaciones del tiempo en que
se celebra el novenario de Nuestra Señora de San Juan –del veintinueve de
noviembre al ocho de diciembre- a la fecha en que se celebra la fiesta de la
Presentación del Niño Jesús al Templo”.
Y cree Pedro María, que esto
bastó para que los devotos del Bajío fueran acostumbrándose poco a poco a
cambiar sus peregrinaciones a la Fiesta de la Candelaria. Y tiene mucho valor
su información porque este Historiador nació en San Juan, un año antes (1868)
de este primer centenario en que se tomó esta determinación. Comenta dicho
Historiador que, al principio, cambiaron de fecha muy pocas peregrinaciones, y
que, paulatinamente, fue aumentando el número de los peregrinos que anualmente venían
en esta nueva fecha del 2 de febrero.
Por su parte el Señor Obispo Diez
de Sollano muy pronto designó un sacerdote para encabezar estas peregrinaciones
para la fiesta de la Candelaria, y que, con el tiempo, dieron en llamarse “La
Caravana de la Fe”.
En la actualidad, el grupo de
peregrinos de a pie que se autonombra “La Caravana de la Fe” no abarca a todos
los grupos que vienen a visitar a Nuestra Señora de San Juan en su fiesta de la
Candelaria. Ciertamente este grupo
organizado arranca, en su origen, de los varios grupos centenarios de
peregrinos a San Juan en la Candelaria que aún siguen viniendo.
Sigue diciendo el Historiador
sanjuanense Márquez que, gracias al apoyo y promoción de sus sacerdotes de
origen y del santuario, las peregrinaciones y el número de sus miembros
aumentaron. Tanto fue así que en el tiempo del Capellán Mayor del Santuario de
San Juan, D. Agustín Rodríguez (entre 1870 y 1880), muy pronto fueron diez mil, multiplicándose
por miles, cada año. Mientras… la feria de San Juan vino a menos de año en año.
Más, hoy por hoy, la actual
Caravana de la fe quedó sumergida en tanta gente organizada y espontanea que
viene en estas fechas. Cada grupo tiene su propia organización y es promovida,
muchas veces, por sus obispos o sacerdotes de origen. Sin embargo, me atrevería
a decir que la mayoría viene espontáneamente.
Todos coinciden en venir a San
Juan en la Candelaria y en los días más cercanos al 2 de febrero, sobre todo,
los dos fines de semana previos a esta festividad. El día primero de febrero
entra, durante todo el día, la Caravana de la Fe y quienes, durante el camino,
se van sumando a ésta para llegar el mismo día.[1]
Presbítero Jaime