El pintoresco pueblo de Jalpa de
Cánovas, Guanajuato, fue el escenario para la celebración de las bodas de plata
sacerdotales del Señor Cura Santiago López Vázquez, el pasado sábado 30 de
abril de 2016.
A las 12 horas dio inició la
celebración eucarística presidida por el Señor Cura Santiago, quien llevaba
puesta la casulla que hace veinticinco años estrenó en su cantamisa y que su
mamá Doña Elena Vázquez que de Dios goza, cuidadosamente le guardó.
Lo
acompañaron en tan importante día, sus seis compañeros de ordenación y otros 19
sacerdotes, a las plantas de la querida imagen del Señor de la Misericordia,
patrono de esa comunidad.
Estuvimos presentes: sus familiares,
paisanos, amigos y feligreses de los diversos lugares donde ha prestado su ministerio
(Arandas, Ayotlán, San Juan de los Lagos y Yahualica)
Con sencillez, nos compartió en su
homilía cómo fue el llamado que Dios le
hizo por medio del Señor Cura Corona, un hombre querido y respetado por él y su
familia. Y ahí comenzó todo, en ese
lugar, junto al Señor de la Misericordia
a quien lleva en lo más profundo de su corazón.
Recordó que hace 25 años un 26 de abril de 1991, en ese
lugar celebraba su primera misa con emoción y nerviosismo y que el Padre Jaime
Gutiérrez cuando predicó le dijo: “Santiago,
el Sacerdote es del pueblo y para el pueblo, nunca lo olvides; el sacerdote
actúa “In Persona Christi” en la Persona de Jesucristo”
Finalmente agregó: la mejor homilía
del sacerdote es su vida. Este día
quiero con el corazón conmovido proclamar que solo una cosa es importante: El
amor, y que consagré mi vida al Amor de
los amores; qué detalle Señor has tenido conmigo... Te pido por mí, por mis
hermanos, para que nuestro sacerdocio se prolongue hasta la eternidad. Amén.
Al finalizar la Eucaristía fuimos invitados
a una casa de campo; fue un agradable momento en ese tranquilo lugar, donde convivimos disfrutando de una deliciosa
comida y buena música.
Señor Cura Santiago, que el Señor lo
siga acompañando en su recorrido por el sorprendente y sinuoso camino de vida
sacerdotal. ¡Felicidades!
Por: Luz Ma. Mora Gómez
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