La llegada a la casa del Padre del
Señor Canónigo Juan Francisco Navarro Gutiérrez.
En forma inesperada, el viernes 1 de abril de 2016, este sacerdote fue
llamado por Dios a su lado. Su partida nos hace que ya no seamos los mismos,
repitió en la homilía el Señor Cura Jaime Gutiérrez. La misa exequial se
celebró en la Catedral Basílica de San Juan de los Lagos, el sábado 2 de abril,
a la hora de la Divina Misericordia, las 3 de la tarde.
Qué hermosa estampa, la casa de la Madre, de la Sanjuanita, ella desde su
nicho de plata, el presbiterio de mármol blanco, como la más pura ofrenda de una
devoción arraigada y profunda. Y sí, como si un brillo, como si una referencia
de nuestro mundo, en toda esta Provincia eclesiástica, perdiera su intensidad,
así nos parece humanamente, sin embargo la luz de la fe y el gozo de la Pascua,
al resplandor del Resucitado, se multiplican el brillo de este tránsito que
todos estamos viviendo.
El Padre Juan Francisco, es claro ejemplo de las predilecciones divinas,
así lo dice la misma parroquia de origen en la Capilla de Guadalupe, que lo
cuenta entre los óptimos frutos de su vida cristiana. O la misma ciudad de
Tepatitlán, donde vivió aquella época preciosa de esplendor en la fe. Como el
mismo predicador dijo, allá donde con todos los niños a coro, cantaban: “Al
cielo, al cielo quiero ir”
Parecería algo trivial, pero el estar bajo el cuidado de un párroco como
Monseñor don Luis Navarro Romero, de Etzatlan, tierra también franciscana, y
espléndida en la fe, como la parroquia madre en Tepa, - de San Francisco- no es
cosa menor; la firmeza, coherencia y fidelidad a la Iglesia, modelaron este
corazón de Juan Francisco.
Ante el Señor de la Misericordia se caldeó su fe y su vocación, no de otro
modo lo manifiesta, su descripción maravillosa y vívida de la sagrada imagen,
como la ve la fe del pueblo fiel, sus ojos entreabiertos que derraman ternura.
Así nos dejó escrito para enriquecimiento del inmenso don recibido de vivir una
devoción así, la del Cerro Gordo, la del árbol prodigioso que perfilaba la
silueta de Jesús y que traído de la serranía, detallado prodigiosamente se
erige en centro de los amores de toda esta región privilegiada. A él, como
infante, correspondió recibir al primer Cardenal Mexicano, en aquel mesiánico
advenimiento en diciembre de 1958.
Un día, como tantos niños, eligió irse al Seminario de Guadalajara, la rica
y añosa encina, que emana dulce y rosada miel de virtudes, ideales y valores.
Era una efervescencia. Tepa, Jalos, La Capilla, etc. Allá, fue de esos
apretados contingentes de vocaciones. Para 1967 ya estaba en esa preciosa casa
del Seminario Menor, estrenando hogar, en la división frente a la capilla de
ojos de ónix. Y qué alumno más alegre, de corazón llano, de sentimientos
nobles, de gran compañerismo, de un lado a otro sonaban sus risas, sus
diálogos. Disciplinado y servicial, allí con aquellos superiores el P. Alfonso,
su paisano, el P. Cossito, el P. Trujillo, P. Chayo, Octavio Guadalupe Martín
Rábago, etc. Y los compañeros, por popular y alegre, le asignaron su apodo: “El
Tepa” Gran parte de su formación en las casas del Seminario de Guadalajara. Al
llegar los tiempos del Señor, se viene a su tierra, a San Juan de los Lagos al
ser creada la diócesis, aquí fue todavía de los primeros frutos sacerdotales,
de los renuevos y esperanzas. Así llegaba al Valle de Guadalupe, ya joven
sacerdote, y cómo esparció bondad en una fecunda labor pastoral, así mismo
luego en Yahualica. Y así siguió su camino por estos 38 años.
Bien pues hoy, sábado, 2 de abril de 2016, esta catedral de San Juan es un
cántico de aleluya agradecido. Preside el Obispo don Felipe Salazar Villagrana
que lo tuvo con cercano colaborador en su ministerio los últimos años.
Igualmente el Señor Arzobispo de Oaxaca don Luis Chávez Botello, y el Señor
Obispo emérito, paisano de Tepatitlán, Panchito, un extenso contingente de sacerdotes,
compañeros y amigos, como familiares y muchos peregrinos.
Que dichoso escuchar en el recinto santo de la Madrecita querida el cántico
del pueblo con “La Manda” para ella, por esta vida a su cobijo, a su amor y a
su servicio.
Una hermosa celebración, que enjuga las lágrimas de la separación, con el
pregón de esta Pascua, y la proclamación que iniciara la mañana de resurrección
con el ¿Qué has visto de camino, María, en la mañana. –A mi Señor Glorioso,”
Así ahora esta Iglesia en el funeral del Señor Canónigo don Juan Francisco
Navarro Gutiérrez. Lo que vimos, algunos, como en la primitiva Iglesia, lo que
palpamos, es justo expresarlo porque es parte del caminar de toda esta querida
Provincia del Occidente mexicano, nuestra entrañable Iglesia heredera de la
Nueva Galicia, que desde entonces ha sido edificada y embellecida con
discípulos elegidos como el que hoy se nos arranca visiblemente, pero que se
nos adhiere más fuertemente al corazón.