miércoles, 1 de junio de 2016

CRÓNICA DEL NUEVO OBISPO QUE LLEGA PARA LA DIÓCESIS DE SAN JUAN


Con el anuncio de Roma, el primero de abril, dando la noticia del sexto obispo de San Juan de los Lagos, Monseñor Jorge Alberto Cavazos Arizpe, Obispo Auxiliar de Monterrey, comenzó la expectación. Comenzó una gozosa expectación porque todo era nuevo. Y a las pocas horas de saberlo, lo nuevo se convirtió en prometedor. El nuevo Obispo de San Juan, comenzaba enviando, a nuestro santuario, basílica y catedral, un ramo de flores y haciendo una plegaria a la Virgencita de San Juan.  ¡Qué alegría! Vendría a esta diócesis de peregrinos, un fervoroso peregrino de la Virgen de San Juan.
La noticia se volvió preguntas y respuestas que buscaba el Administrador Apostólico Monseñor Felipe Salazar, nuestro inolvidable Obispo antecesor, y su muy activo colegio de consultores. Pronto supimos que la fecha de su llegada era el 20 de mayo. Entonces la alegría se volvió en prisas para prepararlo todo. Y los primeros mensajeros de los encuentros con el nuevo Obispo, todos nos daban señales de que el Señor nos bendecía con el mejor, para nosotros, de los obispos mejores.
Y llegó el feliz día 20 de mayo. Amaneció la ciudad de San Juan vestida de fiesta, exhibía en sus paredes grandes lonas, juntos el Nuevo Obispo Jorge Alberto y Nuestra Señora de San Juan. Y lo que nuestro corazón quería decir, los muros enlonados lo pregonaban: Bienvenido, decían unos, y bendito sea el que viene en el nombre del Señor, rezaban otros. Y ¡Oh maravilla! la gentileza de los vendedores que no pusieron este día sus puestos, nos hizo ver al bello San Juan colonial presumiendo su máxima joya: su basílica catedral de Nuestra Señora de San Juan.
A las nueve de la mañana, en punto, locas de alegría, las campanas no cesaron de tocar hasta recibir a las puertas del Santuario a nuestro nuevo Obispo de San Juan. El desfile partió de la centenaria ermita del Calvario que, desde el siglo XVII, marcó la señal oficial de entrada, de los hombres ilustres a San Juan. Por toda la calle Benigno Romo, se repartieron los fieles, curiosos por conocer el rostro de su nuevo Obispo.  Estaban ahí para ver, aplaudir y saber que tenían un Obispo sonriente, bondadoso y muy cercano a la gente. Digo esto porque dos veces hizo este recorrido, uno como quien es entregado y otro como el que entra por su propio pie, como Padre que quiere abrazar a todos sus hijos.
Entró a la catedral basílica besando a Cristo en la cruz, que le presentaban el Señor Obispo Felipe junto con el colegio de canónigos. Luego entraron hasta el altar, porque quería poner su sede de Obispo bajo el trono de la Virgencita de San Juan. Bajo sus venerables plantas inauguraba su ministerio episcopal. Cerró el acto con unas amorosas palabras de buen pastor y un nuevo ramo de flores a la Santísima Virgen. Y como hijo que insiste en ser abrazado por su Madrecita, subió a su trono y penetró hasta donde estaba; y ahí oró y tal vez lloró.
Salió para celebrar la apoteósica Misa de inicio de su ministerio como Obispo de San Juan, muy reconfortado por la muy numerosa presencia de sus hermanos Obispos, todos sus amigos, y sin duda, todos bendecidos por la Virgen de San Juan. El fervor y amor por su obispo, de parte de toda la diócesis, ahí se desbordó en un mar de gente de toda la diócesis en la Casa de Pastoral Juan Pablo II, aunque magna, ese día insuficiente, llena y rebosante. Sin duda el amor con que la Diócesis recibió a su nuevo Obispo a la vez que agradeció al que termina, en cada uno de los que estuvieron, de corazón y de cuerpo, han de sumar un millonario amor.
Por la tarde cerró su entrada, viniendo de nuevo a pie, ahora sí saludando a todos los que buscaban estrechar su mano, y al llegar al templo, como buen peregrino, entró de rodillas, cantando la manda, rezando el rosario; cantando la salve, y no dejando de pedir, todo y lo mejor para su bien amada Diócesis de San Juan. Una vez más, Bendito seas, tu vienes en el nombre del Señor y que tanto amas y confías en la dulce Virgencita de San Juan.


P. Jaime E. Gutiérrez.

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