lunes, 11 de enero de 2016

SOBRE LOS PROCESOS DE NULIDAD MATRIMONIAL


 «TRIBUNAL ECLESIÁSTICO, EJERCICIO JURÍDICO 2015»

PBRO. LIC. RAMIRO GARCÍA ARAGÓN
Vicario Judicial Adjunto
El matrimonio, es decir, la unión entre un varón y una mujer, es un llamado de la naturaleza, y por lo mismo, es un derecho de las personas, más aun, para los bautizados es un sacramento; un camino que, a través del cumplimiento de los derechos y obligaciones que emanan de esta alianza, humanamente les lleva a la realización, y cristianamente, a la santificación.
Sin embargo, no todos los seres humanos pueden llevar a feliz puerto esta barca del matrimonio y la familia. No me refiero a los matrimonios fracasados, porque las causas de su fracaso están, casi siempre, fuera de la voluntad y de las personas mismas de los cónyuges. Me refiero a muchas personas que, parecen o pasan por normales, pero que son portadores de una incapacidad que no  les permite celebrar un matrimonio válido. Las más de las ocasiones lo ignoran o es inconsciente.
Este tipo de personas, aunque delante de Dios y del ministro de la Iglesia expresen su consentimiento, no hacen nacer con sus palabras el sacramento del matrimonio, porque su incapacidad no se los permite, y los efectos de esta incapacidad se manifestarán, antes o después, en la vida matrimonial y familiar, haciéndoles llevar una vida de dolor y sufrimiento, de frustración y decepción, con consecuencias y secuelas para el resto de sus días.
La Santa Madre Iglesia, en su milenaria sabiduría, reconoce a los fieles no sólo su derecho al matrimonio, sino también el derecho a pedir que, si es posible, se declare nulo el matrimonio que celebraron y que, por distintas circunstancias, les resultó imposible continuar con su esposo/a y tuvieron que separarse. Esa es, precisamente, una de las labores que ocupan la mayor parte del tiempo y del esfuerzo de un Tribunal diocesano: llevar a cabo los procesos para que, si consta con certeza moral y jurídica la nulidad del matrimonio, así se declare. De tal manera que los fieles, puedan rehacer su vida matrimonial, y muchas veces sacramental, al contraer nuevas nupcias.
En el ejercicio del año jurídico 2015, nuestro Tribunal de San Juan de los Lagos, recibió 97 peticiones de este tipo, de las cuales 45 se encuentran ya en proceso; las otras se remitieron a otros Tribunales a donde realmente les correspondía; algunas de estas peticiones no contaban con la información suficiente para aceptarlas y se reenviaron a los peticionarios para que completaran la información y que sean posteriormente admitidas; o también, en algunas de ellas no se encontró fundamento de derecho para celebrar el proceso, es decir, que a pesar del fracaso, celebraron válidamente su matrimonio.
A los largo de este año que recién terminó, nuestro Tribunal de San Juan de los Lagos, sentenció 63 causas matrimoniales de procesos que habían iniciado en el año 2014, y una que otra en el 2013. Aquí hay que decir que, en el proceso, el principal interesado es el esposo o esposa, que hace ejercicio de su derecho a pedir la nulidad matrimonial, pero a veces, la misma incapacidad que no les permitió seguir en la unión conyugal, hace que sean irresponsables en el proceso, lo cual, a pesar del esfuerzo y la voluntad de los ministros de la justicia, retarda la definición de la nulidad o validez del matrimonio en cuestión.
Hay una pregunta que siempre surge cuando se estudia este tema, o cuando en lo cotidiano de la convivencia se toca el punto: ¿Cuál es la causa más frecuente de la nulidad matrimonial? Aquí se hace necesario citar el Código de Derecho Canónico, en el c. 1095, que a la letra dice: “Son incapaces de contraer matrimonio:
·         1 quienes carecen de suficiente uso de razón;
·         2 quienes tienen un grave defecto de discreción de juicio acerca de los derechos y deberes esenciales del matrimonio que mutuamente se han de dar y aceptar;
·         3 quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica”.
Los números 2 y 3, son las causas por las que más se declaran nulos los matrimonios, un 95% aproximadamente. Obviamente resulta muy difícil exponer en este pequeño espacio el fondo de esos números, pero sí podemos decir, de manera simple y con el riesgo de parecer superficiales, que, traducido en palabras simples y llanas: la inmadurez afectiva; casarse “sin pensar” más bien motivados por terceras personas (los papás) o las circunstancias (relaciones sexuales prematrimoniales o embarazo); cuando los vicios, traumas y debilidades, pueden más que la voluntad de la persona y aunque quiera no puede ver en el cónyuge uno o una igual en dignidad y derechos, ni puede aunque quiera, ser buen esposo/a, ni un padre/madre responsable, y lejos de santificarse en vida matrimonial ésta se vuelve “un infierno”… Esas son las causas más recurrentes de las nulidades matrimoniales.
Por otro lado, es de todos sabido que, la medicina preventiva es mejor que la curativa. Lo mismo se puede aplicar en el caso del matrimonio: es mejor celebrarlo válidamente que declararlo nulo después de una experiencia matrimonial dolorosa (que afecta y marca incluso a inocentes como lo son los hijos), y de un proceso desgastante. Ideal sería que, quienes van a celebrar este sacramento, se preparen de antemano lo mejor posible para que su celebración además de bonita, inolvidable y fecunda, sea también válida. Para toda la vida, hasta que la muerte los separe.
En el pasado mes de octubre de 2015, entró en vigor un decreto de nuestro Señor Obispo Felipe Salazar, en el que manda que las pláticas prematrimoniales consten de 11 temas, el manual sugerido está bastante bien estructurado en su temática, con mucha lógica y de manera consecutiva. Allí está la Providencia Divina que, a través de la autoridad eclesiástica y de manera vinculante (obligatoria), pone en las manos de los agentes de pastoral, presbíteros y laicos, la posibilidad de ayudar a muchas personas a realizarse humanamente y a santificarse al celebrar válidamente su matrimonio.

Igual que en otros renglones de nuestra vida cotidiana, el matrimonio y la familia, son la tabla de salvación para nuestra sociedad, que tiene algunos rasgos individualistas y deshumanizantes, enfermos y que enferman. Respondámosle, positiva y generosamente a Dios, que nos ha puesto allí en la vida pastoral de nuestras comunidades, y hagamos de nuestra pastoral, entre otras la familiar, presacramental y jurídica, un medio por el cual los fieles cristianos puedan encontrar su lugar en la vida de la Iglesia, para su felicidad y santificación de todas la almas.

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