jueves, 16 de octubre de 2014

¡QUIÉN COMO DIOS!




            Nuestras fiestas patronales  transcurrieron como es costumbre…  Se prepararon con  anticipación,  con la Vigilia de Adoración al Santísimo;  luego  la peregrinación de la cera abrió el telón para que dieran comienzo las festividades. Durante el novenario, los diferentes barrios, rancherías y grupos, peregrinamos hacia el templo parroquial y participamos en las celebraciones eucarísticas y en el rezo de la novena. También las personas enfermas  se hicieron presentes y fueron reconfortadas con el sacramento de la Unción de Enfermos.

            Y en este ambiente de júbilo, varios niños recibieron por primera vez a Nuestro Señor en la Eucaristía, algunos jóvenes la Confirmación y un buen número de parejas sellaron su compromiso recibiendo el sacramento del  Matrimonio.

            Tuvimos la visita de varios sacerdotes que han dejado parte de su vida y su historia en esta comunidad, así como de algunos nacidos aquí y varios invitados a compartir su fe entre nosotros.  También nuestros paisanos provenientes de Estados Unidos y de algunos estados de nuestro país se hicieron presentes, agradecidos participaron en su peregrinación la cual fue numerosa. Por la noche del domingo 28 se llevo a cabo la romería con carros alegóricos que portaban las diversas imágenes tan queridas por nosotros, el pueblo se congregó en diferentes calles por donde pasaría y manifestamos con alegría la fe recibida.

            Sin duda alguna, lo que más llama la atención a los visitantes y sigue emocionando a los que residimos en Yahualica, son la Entradas de la Imágenes que año tras año visitan el templo parroquial para hacer más solemne el festejo a nuestro Santo Patrono. Quizás sea el fervor, el sacrificio   y la devoción que se entreteje con el estruendo de las ristras y cohetes, con las danzas y la música…  Quizás sea porque sentimos la mirada del Señor que nos sigue invitando a ser mejores… Porque ver y sentir la presencia del Señor del Encino, del Niño de Flamacordis, de San José y de la  Virgen del Rosario, es tener presente nuestra niñez, nuestros ancianos, nuestros amigos; el recuerdo de quienes ya no están entre nosotros, la memoria de aquellos que nos  inculcaron los valores cristianos y las fuertes tradiciones que llevamos impregnadas en nuestro ser; valores y costumbres  que se niegan a morir; aunque muchas veces quieren ser  ahogados por los vicios y el oleaje de modas ajenas…
           


Cada fiesta es una oportunidad para reflexionar y este año meditamos en las Bienaventuranzas , los signos externos nos recuerdan lo que celebramos; que no nos quedemos solo en eso y  ojalá vayamos purificando nuestra religiosidad popular, para honrar más a San Miguel Arcángel, quien nos invita cada día a luchar y a proclamar con valor: ¡Quién como Dios!

Por: Luz Ma Mora

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